XXI

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Sasori dejó salir el aire al tomar asiento frente a la anciana. Ya era bastante inusual que su abuela le llamara para pedirle verlo. Y ahí estaban, envueltos en un silencio incómodo e inquietante.

Desde la muerte de sus padres, su relación con su abuela no había hecho más que empeorar. Fue Chiyo quien lo crió y pagó sus estudios, pero Sasori había quedado tan resentido con la vida, que no quería estrechar más lazos que eventualmente terminaría perdiendo. Su abuela era ya bastante mayor y por cruel que llegara a sonar, Sasori sabía que no le quedaban muchos años por delante. Por eso había decidido no forjar un lazo familiar como tal con ella.

Aunque eso no quería decir que no la quisiera o la respetara. Muy por el contrario.

Por ello había acudido a su primer llamado.

-Y bien, abuela...¿Qué era tan importante que no pudiste decírmelo por teléfono?

Era extraño que Chiyo lo citara en su casa de la nada. Sin embargo, Sasori no tenía la más mínima idea de cuales eran sus intenciones.

-Antes que todo, gracias por venir- expuso Chiyo, revolviendo el contenido del chocolate caliente antes de colocar otra similar delante de su nieto-. Se que estás retirado de las artes marciales.

-Así es.

-Pero hay un chico que está muy interesado y ansioso por aprender- prosiguió serenamente-. Es mi aprendiz desde hace casi un mes. Es torpe como un burro, pero aprende rápido y tiene talento.

-Abuela...- suspiró Sasori, retirando la taza para recargar el codo sobre la mesa y su mejilla sobre la palma-. Hace más de cinco años que no practico...¿Por qué es tan importante que te haga este favor?

Chiyo sorbió lentamente de su taza. Ligeras arrugas surcaron el contorno de sus ojos.

-Porque esta muy decidido. Y me apena reconocer que no podré conducirlo debidamente. El chico tiene potencial y es testarudo, pero tiene muchísima energía y ya no estoy en mi mejor momento.

-Entonces dígaselo y ahorrese más problemas- Sasori se miró las uñas, indiferente-. No voy a hacerlo, abuela Chiyo.

-Siempre fuiste mi mejor aprendiz- dijo Chiyo, sin dar su brazo a torcer-. Le prometí al chico que lo entrenarías.

-No debiste hacerlo.

-Si, es verdad- se resignó Chiyo con un hondo suspiro de resignación-. Perdona los disparates de esta anciana. Es solo que me conmovió su historia y quería ayudarlo.

Sasori recorrió su silla hacia atrás.

-Si es todo...

-Es todo- asintió Chiyo, dejando que se marchara.

**

Camino a su apartamento, Sasori decidió desviarse hacia la casa de Deidara.

Se había portado como un tremendo patán con él desde hace tiempo. No podía evitarlo. Las cosas entre ellos estaban estancadas porque Sasori no se decidía a dar el paso definitivo en la relación.

Le costaba dejar ir a la persona de la que se había enamorado. Pero ya nada podía hacer para enmendar la situación. Naruto había tomado su decisión y él no estaba siendo nada maduro al respecto.

Seguramente Naruto ya tendría a alguien en su vida, y él debía seguir su propio camino.

No amaba a Deidara, aunque reconocía que existía un poco de química entre los dos. Quizá si ponía más de su parte, podrían gozar de una relación mínimamente estable. Al menos hasta que su corazón dejara ir a Naruto para poder dar cabida a alguien más.

-Deidara- golpeó la puerta un par de veces sin obtener respuesta. Después pensó en llamarlo, pero recordó que Deidara solía guardar una copia de la llave bajo la maceta junto a su ventana.

Sasori introdujo la llave y entró en el solitario espacio cuya sala estaba repleta de material altamente inflamable.

Sabía en qué consistía el trabajo de Deidara, asi que no le dio importancia y siguió de largo hasta la habitación del rubio amante de los explosivos.

Deidara no estaba ahí. Probablemente estaría en la bodega resolviendo asuntos con Pain y el resto de la organización.

Sasori se dejó caer en la cama para relajarse un poco. No le apetecía la idea de ir y rodearse de la panda de imbéciles criminales. Cada vez pintaba menos en ese ambiente, pero no podía deslindarse de todo como si nada.

Aburrido, fue a hurgar en la repisa del mueble bajo el televisor. Deidara tenía varias cajas de cintas sin etiquetar.

Confundido, Sasori creyó que se trataba de pornografía. Fue a poner una de las cintas y la caja se le cayó de las manos al ver a Naruto en el supermercado siendo enfocado desde un costado.

-¡Saluden al idiota número uno de Japón!- la inconfundible voz de Hidan se hizo notar. Después un murmullo y dos resuellos de risas.

Naruto ni parecía darse por aludido mientras deslizaba los productos por el lector de códigos.

-A nosotros nunca nos sonríe, uhm.

La cámara enfocó directamente el rostro de Deidara.

-Es un grosero, cretino e idiota.

-Y tampoco limpia bien los pasillos- comentó Hidan, haciendo un acercamiento al rostro alicaído de Naruto-. No entiendo cómo no lo han despedido.

-Duh- Deidara sacó la lengua con mofa-. No lo hacen porque les da lastima. Es un pobreton. Seguro come de los botes de basura.

-Como un mapache- rió Hidan. La toma se desenfocó debido a la risa descontrolada.

Los labios de Naruto temblaban poco antes de que se cortara la cinta.

Los ojos de Sasori se explayaron, hasta que sus pupilas marrones se volvieron diminutas. Conmocionado, soltó el mando de la televisión. Su rostro ensombreció como un cielo cargado de tormenta.

Aprender a pelear. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora