XXXVI

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A tres semanas del incidente con Sasori Akasuna, Pain decidió tachar de una vez su nombre dentro de la lista de la organización. Se había enterado gracias a sus contactos de que el ex marionetista se encontraba aún en estado crítico en el hospital.

No había sido una pelea limpia, pero las acciones de Sasori tampoco lo fueron.

Pain vertió el contenido de la carpeta en el cesto de basura junto a su escritorio, pero se quedó observando la última papeleta.

Dubitativo, se hizo con el papel que contenía los datos de Naruto Uzumaki.

Había sido el último favor concedido a Sasori antes de que Pain se enterara de la sucia jugada dentro del grupo. Sasori le había pedido investigar los datos del Uzumaki para un supuesto ajuste de cuentas.

¿Dónde más había oído ese nombre?

No tuvo que forzarse mucho. Obito Uchiha le había informado al respecto. Deidara le había pagado para que le diera una golpiza.

Deidara. Sasori. Obito.

Naruto Uzumaki estaba al tanto de tres de sus conexiones. Incluso había interactuado con ellos. Aquello no le gustó a Pain para nada. Una persona ajena a la organización no debería involucrarse con sus miembros. Mucho menos salir indemne.

Buscó entre los pocos datos recolectados. Se trataba de un tonto estudiante. Un simple chiquillo huerfano.

¿Qué podría hacer con él?

¿No le serviría más vivo que muerto?

Además, el puesto de Sasori estaba vacante.

-Konan- llamó a su secretaria, quien no tardó en acudir a su lado, silenciosa y obediente, tal como Pain la había educado-. Trae a Obito. Tengo un encargo especial para él.

-Si, mi señor- mediando una reverencia, Konan se retiró de la oficina.

Pain delineó con el índice el nombre de la papeleta. Casi no podía esperar por tener a su nueva adquisición entre sus manos.
**

Una vez verificado el corte de caja, Naruto suspiró y se quitó el delantal y la gorra para guardarlos en su taquilla.

Otro día transcurrido sin señales de Deidara.

No quería ser pesimista, pero comenzaba a creer que no lo vería más y su esfuerzo era para nada.

Cuatro veces a la semana continuaba asistiendo a sus clases de defensa personal con Chiyo. Y al menos tres veces a la semana iba al hospital a visitar a Sasori.

Tenía esperanzas de que se recuperara lo suficiente para que pudieran hacerle la cirugía. Quería creer que estaría bien y sobreviviría. Sin embargo, con el paso de los días, su fe mermaba.
**

El ruido del lector de barras le impidió oír el suave murmullo a dos lugares de la fila. Naruto imprimió el ticket, cobró el monto correspondiente y tras dar el vuelto, esbozó una sonrisa cordial.

-Buen día- despidió al cliente y se volvió a marcar los nuevos artículos sobre la barra. Pinceles, acuarelas, lienzos. Naruto alzó lentamente la mirada y ahí estaba él. Deidara lo miraba con una creciente sonrisa burlona.

-Los pobres siempre serán pobres- profirió en voz alta.

Naruto inspiró a profundidad. Trató de no alterarse al reconocer al tipo de la máscara junto a Deidara. El peinado era el mismo, pero ahora llevaba el rostro descubierto. La mancha rugosa de una cicatriz se extendía por la mitad de su cara.

Naruto volvió el monitor para que Deidara viera por si mismo el monto. De pronto se había quedado sin voz. Recordar todo el daño que le habían producido lo hacía querer saltar sobre los dos bastardos.

-¿Qué?- con obvio cinismo, Deidara se llevó la mano al oído-. ¿Ahora te comieron la lengua los ratones?

Naruto no dijo nada. Vio al otro tipo tocarle el hombro a Deidara, como persuadiendolo para que se callara.

Aquello le extrañó. Con Hidan nunca había ocurrido nada similar.

¿Tramarían algo?

Después de que el sujeto susurró algo a Deidara, este asintió de mala gana. Sacó el efectivo y arrojó las monedas tras la barra transportadora.

-Te veré luego, pobretón- sonrió Deidara al tomar sus cosas.

Para Naruto conllevó un esfuerzo titánico reprimir sus ansias por seguirlos.

¿Qué haría de todas formas?

Entre los dos lo acorralarían. Tampoco sabía si llevaban armas consigo.

"Resiste" se dijo, apretando los puños al recordar las terribles humillaciones, a su querido Kurama y a su amado Sasori.

Aprender a pelear. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora