VIII

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Había hablado sin cesar desde que entró a su salón de clases. Shikamaru yacía recostado sobre la paleta de su pupitre, dormitando, mientras Chouji engullía sus papitas fritas a gran velocidad. Ninguno parecía prestarle atención, pero para Naruto eso era lo de menos. Simplemente quería desahogarse un poco.

Se sentía un completo tonto porque no sabía cómo asimilar la situación. Había tenido su primera cita con un joven apuesto, habían ido al cine y se habían besado. Todo había sido tan maravilloso. Después habían regresado a ver la película, hubo más besos y Sasori se ofreció a acompañarlo hasta su casa.

Un beso en la mejilla como despedida y luego intercambiaron números de teléfono. Naruto no tenía celular, pero le había dado el número fijo de su casa. Sasori había prometido llamarlo para quedar otra vez y eso era todo.

Había pasado solo un día desde entonces. Naruto se sentía pletórico de alegría, absolutamente revolucionado por dentro. Estaba ansioso porque le hacía ilusión conocer más a Sasori.

-¿Y cuantos años tiene?- la pregunta la hizo Shikamaru, sin abrir siquiera los ojos ni deshacer su pose de entera comodidad.

Naruto pestañeó confundido. Creyó que su amigo estaba durmiendo, pero en realidad le había escuchado.

-No estoy seguro- sonrió, vuelto de espadas y apoyando los brazos encima del respaldo-. Pero...

-¿En donde vive?- cuestionó Shikamaru, espabilando un poco.

De nuevo Naruto titubeó en su respuesta.

-¿A qué se dedica?

-Bueno, aun no...

-¿Estás seguro de que no tiene pareja, ni está casado o con hijos?

-No hablamos mucho en la primera cita- confesó apenado-. No se gran cosa de su vida, pero cuando nos veamos otra vez le preguntaré todo eso. De veras.

Ahogando un bostezo, Shikamaru volvió a su posición de siesta.

-Siempre pasas de largo las cosas más importantes, Naruto.

Naruto se alzó de hombros antes de volverse hacia la pizarra.

Por suerte Shikamaru le había prestado su cuaderno de apuntes para ponerse al corriente con las asignaturas que tenía atrasadas. Primero iría al trabajo y después se aseguraría de terminar sus pendientes escolares en casa.

Estaba siendo un buen día, o quizá pensar en Sasori le había puesto de buen humor. Cualquiera que fuera el caso, Naruto no negaba que le había sentado de maravilla salir con ese joven. Se sentía flotar cada vez que se imaginaba sus cuidadosos besos, las caricias sutiles cuando tomaban palomitas del envase, su mirada tan seria y profunda.

En definitiva le atraía. Y por supuesto que aceptaría salir de nuevo si llegaba a invitarlo, pero ¿Lo haría?

¿Lo había hecho bien?

Esperaba que si. No creía haber estropeado la cita, a pesar de su ignorancia en ese tipo de encuentros.

Llegó a buena hora al supermercado. Le dio tiempo a guardar su mochila en el locker y vestirse el uniforme antes de ir a atender en las cajas.

"Por favor que no vengan hoy"

Deseó mientras caminaba a su caja.

En menos de cinco minutos ya estaba hecho el corte y podía empezar a marcar.

La primer cliente era una señora de mirada adusta. Naruto saludó con una sonrisa que no le fue devuelta. No se desanimó y siguió cobrando hasta que lo vocearon por el altavoz para que fuera a limpiar uno de los pasillos.

Naruto ya pensaba lo peor cuando se dirigía a paso rápido hacia el área de abarrotes. Por suerte solo habían derribado las columnas de papel higiénico exhibido. No era gran cosa pero si le tomaría tiempo acomodar los paquetes.

Uno a uno, empezó a apilarlos sobre la tarima de madera. Doce empaques a lo largo y diez a lo ancho, después solo tenía que encimar el resto.

Terminó siete minutos después de acabado su turno. No era gran cosa y el día seguía siendo bello y resplandeciente.

Hasta que Naruto fue a dejar su  uniforme en el perchero y de ahí se pasó a su taquilla para tomar sus cosas.

La mochila estaba ahí, pero el cuaderno de Shikamaru había desaparecido.

"Oh no. Oh no. Oh no"

Sacó todo, buscó en el piso y en la bodega, pero no había ni rastros de la libreta.

"Shikamaru va a matarme"

Pensó angustiado, poniendose la mochila para volver a su casa.

Fue hasta que salio del estacionamiento que Naruto los vio.

Eran ellos.

Deidara y Hidan, apoyados en una cabina telefónica, sonriendole con siniestra diversión.

Naruto cambió el rumbo de sus pasos, sin importarle tener que tomar el camino largo. Lo que fuera con tal de no ver a esos imbéciles.

-Eh, Hidan- habló en voz alta Deidara para llamar su atención-. No te conté de algo muy interesante que me encontré hoy en la calle.

-¿Una daga?- preguntó el susodicho en broma.

-Mejor. Una libreta.

Naruto detuvo sus pasos. Apretó los puños y se mordió el labio a la expectativa. De pronto el día dejaba de ser bello y todo por culpa de esos idiotas.

-Pero no entiendo nada de lo que dice- admitió Deidara en tono aburrido-. Debería quemarlo, tirarlo o venderlo.

Naruto inspiró hondo antes de darse valor para retroceder a enfrentarlos.

-Ese cuaderno le pertenece a mi amigo, ¿Podrías dármelo?- extendió el brazo hacia la libreta pero Deidara fue más rápido y lo lanzó a Hidan.

-¿De qué hablas, ricitos de oro?, yo me lo encontré.

-Si me dejas cortarte para obtener un poco de sangre, te lo daré- ofreció Hidan, palpando la navaja de su bolsillo.

Espantado, Naruto dio un paso atrás.

-O si puedes sostener un pequeño explosivo hasta el final- dijo Deidara, con media sonrisa torcida.

-¡Jodanse!- gritó Naruto antes de echar a correr.

A lo lejos aun oía las risas del par de psicópatas.

Aprender a pelear. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora