XXII

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Sentado tras el volante, Sasori se miró detenidamente las manos. Aún despedían el aroma penetrante e inconfundible de la gasolina.

Dentro de su bolsillo, el móvil empezó a vibrar. Lo sacó y vio el contacto en la pantalla.

"Deidara"

Sasori devolvió el artefacto a su bolsillo, puso las llaves en el contacto y encendió el vehículo justo cuando el camión de bomberos pasó a sus espaldas.

Quizá no debió obrar tan impulsivamente, pero la expresión de Naruto en aquella cinta de video se le había grabado a fuego.

Y con fuego aminoró un poco esa sensación opresiva.

Apenas hizo falta una lata de gasolina y unas cerillas. El departamento de Deidara había ardido como un cometa.

Fue alucinante ver como el fuego lamía todo a su paso y trepaba por las paredes, consumiendo muebles y detonando los múltiples explosivos de fabricación casera que Deidara tenía dispuestos tan cuidadosamente.

Respirando con inquietud y zozobra, Sasori condujo a gran velocidad. Ignoró de nuevo el llamado de su celular y se enfocó en conducir.

Aun no estaba satisfecho.

Y ese, apenas había sido el comienzo.

Ahora todo tenía sentido. El que Naruto desapareciera de su vida de la nada, sin darle mayor explicación.

Ansioso, se restregó el cabello rojizo y siguió conduciendo sin rumbo fijo.
**

Para cuando terminó de repartir el periódico ya se sentía sumamente cansado. Pero eso no le impidió asistir a la clase especial nocturna de defensa personal.

Chiyo ya lo esperaba y Naruto se limitó a quitarse los zapatos y hacer una marcada reverencia al entrar al dojo.

Ese día había tenido examen en la escuela. Esta vez si había estudiado, pero no tenía la seguridad de haber aprobado.

Apenas si daba abasto con todo. La escuela, el trabajo, las clases de defensa personal.

Exhausto, se dirigió al tatami y adoptó la posición de descanso, listo para que Chiyo lo instruyera.

La anciana caminó lentamente hacia él tras apagar el incienso sobre la mesa. Naruto elevó los brazos a la altura de sus hombros, separó un poco las piernas y esperó el primer golpe de Chiyo para bloquearlo, pero el repiqueteo del teléfono los interrumpió antes de que pudieran comenzar.

-Que molesto e inoportuno- suspiró la anciana yendo a contestar.

Naruto bajó los brazos, relajó sus hombros y se sentó sobre sus talones mientras aguardaba a que Chiyo atendiera.

En verdad se sentía agotado. Tanto que si cerraba los ojos, se quedaría dormido en ese momento. Quería descansar, pero no podía cesar con su entrenamiento.

Asistir al dojo le daba un sentido más fuerte a su vida. Quería aprender a defenderse, quería darle su merecido a Deidara.

Pero sobretodas las cosas, quería que dejara de doler.

-¿Qué?...¿Ahora?, ¿Estás seguro?

Naruto cabeceó durante la conversación telefónica que no duró más de tres minutos. Para cuando reaccionó, Chiyo ya estaba sentada delante de él con una expresión de completa concentración y seriedad.

-Mi nieto viene para acá.

-¿Va a entrenarme?- preguntó Naruto, conteniendo apenas un bostezo. Estaba parpadeando más de la cuenta, pero le costaba mantenerse despierto.

Todo lo que sabía era que Chiyo tenía un nieto que se había especializado en las artes marciales mixtas a una edad muy temprana, pero que se había retirado sin querer impartir sus conocimientos. Chiyo había dicho que intentaría hablar con él y convencerlo de ayudarle en su entrenamiento para que estuviera más preparado.

-No va a entrenarte- negó Chiyo para enorme decepción de Naruto-. Parece que ocurrió algo inesperado y necesita hablar conmigo.

-Ya veo. En ese caso será mejor que no los interrumpa. No quisiera incomodarlos. Ya me entrenara otro día-. Naruto se levantó y fue a buscar sus zapatos.

Chiyo se rascó la mejilla y pareció pensarlo mejor.

-No, quédate- arguyó decidida-. Quizá logremos convencerlo si hablas con él.

-¿Yo?- preguntó Naruto, inseguro-. No lo sé...

-Mira, aquí viene él.

Naruto siguió la mirada de Chiyo hasta la entrada del dojo. Lo primero que vio fue la luz de los faros de un coche que acababa de estacionar afuera. Después una puerta cerrándose y luego...

Sus ojos se abrieron sorprendidos. El sueño se esfumó de su cuerpo como por ensalmo una vez que Sasori atravesó las cortinas de bambú. Respiraba agitado y se veía preocupado, pero al ver a Naruto, su semblante fue de absoluto pasmo.

-¿Naruto?

-Oh, veo que ya se conocen- comentó Chiyo, elevando las cejas sorprendida.

Naruto retrocedió de golpe antes de que Sasori pudiera tocarlo. Se agachó a ponerse los zapatos a la carrera, pero para entonces Sasori ya había llegado hasta él para detenerlo del brazo.

-Por favor, escucha lo que tengo que decirte- pidió en tono suplicante.

-No- murmuró Naruto, cubriéndose los oídos con las manos al tiempo que cerraba los ojos-. ¡No quiero oírte, eres un embustero!

Pensativa, Chiyo fue a deslizar la puerta corrediza para cerrar su negocio a sabiendas del alboroto.

-Naruto- llamó la anciana, acercándose para tocarle el hombro. Naruto alzó tímidamente la mirada en su dirección-. No se qué ocurrió entre ustedes, pero te pido de favor que lo escuches.

-Usted no entiende- se exaltó, con los ojos llorosos-. ¡Él está aliado con el tipo que le prendió fuego a Kurama!

Trató de levantarse, pero el cansancio hizo de las suyas y resbaló sobre sus rodillas. Entonces rompió en llanto.

Azorado, Sasori se arrodilló junto a él, sin prestarle atención al rostro confundido de su abuela.

-Te aseguro que no tuve nada que ver. Yo no sabía nada.

Naruto hizo amago de incorporarse otra vez a la carrera. Le punzaban las sienes y terminó perdiendo el conocimiento cuando llegó a la puerta.

-Que desastre- negó Chiyo al ver a su nieto tomar a Naruto en brazos para recostarlo cuidadosamente sobre el tatami.

Aprender a pelear. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora