XVI

173 32 1
                                        

Con los ojos nublados de lágrimas, Naruto pasó al consultorio cuando una de las asistentes del veterinario se lo indicó.

Había estado esperando más de dos horas afuera, aunque le habían pedido que se marchara y le llamarían.

Naruto no había podido hacerlo. No podía dejar solo a Kurama. Más que su mascota, era su amigo. Lo fue desde que lo rescató aquella vez cerca del bosque. Además, era por su descuido que Kurama estaba ahí.

A paso apresurado, Naruto llegó hasta la plancha de metal donde habían depositado a su mascota.

La sola visión lo hizo romper en llanto una vez más.

Kurama estaba acostado de lado, su pelaje cobrizo se había quemado en su totalidad y su piel se veía prácticamente carbonizada y al rojo vivo.

Naruto quiso acercarse a abrazarlo, pero el veterinario le impidió hacerlo y le dijo lo que Naruto más temía escuchar.

Que ya no tenía cura.

Las quemaduras eran profundas y la mayoría del tejido se había dañado. También podía haber daños en los órganos internos. Le habían suministrado un sedante para que no sintiera dolor, pero era cuestión de tiempo para que sufriera un shock.

Los hombros de Naruto se sacudieron con violencia mientras lloraba inconsolablemente ante la pregunta del veterinario sobre si quería dormirlo para evitarle más sufrimiento.

-Kurama- le rozó el lomo con la yema de los dedos. Se notaba que le costaba respirar.

Naruto se mordió el brazo con fuerza para contener un grito de frustración.

Después se volvió al veterinario para dar su aprobación.

Lentamente se aproximó hacia el pequeño zorro fenec para despedirse.

-Adiós, amigo- lo abrazo con cuidado y se quebró en un mar de lágrimas cuando el veterinario empezó a preparar la inyección.
**

Al día siguiente Naruto no salió de su casa. No respondió el teléfono y tampoco asistió a clases o al trabajo. Solo quería estar alejado un poco de todo para poder procesar lo que había ocurrido.

Esto no podía quedarse así.

Una rabia enorme lo acometía cada vez que recordaba a Deidara.

Lo iba a hacer pagar, eso seguro.

Incluso podría pedirle ayuda a Sasori.

Con los ojos hinchados por el llanto, Naruto dejó su casa para ir a la del pelirrojo, decidido a contarle la verdad.

Iba a tocar la puerta cuando llegó, pero entonces vio que estaba abierta y optó por entrar.

Estaba por anunciarse cuando reconoció la irritante voz aguda de Deidara recriminando. Luego Sasori respondiendo.

Terriblemente conmocionado, Naruto retrocedió los pasos dados, sin querer acercarse a confirmar la presencia de los dos.

Sasori conocía a Deidara...

Sasori tenía contacto con ese psicópata.

¿Y si los dos estaban aliados y todo era una treta?

Un engaño.

Mientras salía tambaleándose por la impresión, Naruto sintió que le temblaba la barbilla y que un profundo vacío se abría bajo sus pies.

En apenas unos días, acababa de perderlo todo.

Aprender a pelear. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora