III

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Otro fin de semana llegó, y con él, una sensación contradictoria, mezcla de alivio y tristeza.

—Kurama— acarició la sedosa cabeza de su mascota al entrar y fue a sentarse al sofá. Del bolsillo de su chamarra, extrajo el gaffete de su uniforme y lo contempló por largos segundos hasta que el pequeño zorro saltó a sus piernas.

Naruto sonrió al verle dar vueltas, buscando una posición más cómoda antes de acostarse.

—Tal vez si deba renunciar— meditó en la soledad de su departamento, recordando las tretas pasadas y actuales que aquellos rufianes le habían jugado.

Y es que, no conformes de arrancarle la canastilla frontal a la bicicleta, también le habían cambiado los periodicos por otros viejos.

Distraído como era, Naruto jamás reparó en ello y había hecho las pertinentes entregas del día. Fue una suerte que su jefe no lo despidiera. Le había dado otra oportunidad cuando le explicó lo indispensable que era el sueldo para pagar sus estudios.

Dos veces no la libraría. Tenía que estar atento.

Su plan salvavidas de último minuto consistía en faltar el día de mañana al súper y dedicarse únicamente a la entrega de los diarios mientras pensaba cómo arreglar el asunto con esos bastardos.

Tal vez si le explicaba la situación a sus superiores, comprenderían. Pero ¿Y si no?

Kakashi Hatake era un reclutador bastante estricto. Seguro pensaría que se estaba inventando una excusa para irse o algo asi. Luego de su capacitación en la tienda, casi nunca lo veía. Aquel sujeto misterioso llevaba siempre una bufanda alrededor del cuello, cubriendole medio rostro. Solo sus crespos cabellos platinados y revueltos eran inconfundibles, ademas de la cicatriz en su ojo.

A veces, y mayormente los primeros días, le había dado curiosidad saber cómo sería su rostro.

¿Tendría algún defecto que deseaba esconder o acaso sus labios eran muy grandes?

—¿Haría bien en decirle a alguien?— volvió a cuestionarse, oscilando su mirada entre el techo y su mascota. Odiaba no poder hacerse cargo él solo de sus problemas, pero si no hacía algo pronto, acabaría perdiendo el único sustento del que dependía completamente.

Resignado, cerró el puño y resolvió tomar una decisión.
*

—Mmh, ¿Entonces quieres renunciar?

—No, no, no. Para nada, no vine por eso— presuroso, Naruto se rascó la nuca.

Estaba en la oficina de su superior. Decidió irse más temprano esta vez para exponer su caso. Acababa de entrar por la puerta y Kakashi Hatake ya asumía lo peor. Vaya tipo.

—Es solo que tengo una queja...más bien, un problema— se corrigió, dando un paso más hacia la mesa. Kakashi no dejaba de revisar unos papeles, seguramente inventarios de la tienda.

—¿Tiene que ver con tu sueldo?, ¿Buscas un aumento? Si es asi te recuerdo que tienes muy poco tiempo de haber ingresado.

Frustrado, Naruto negó. Se decidió a sentarse y pensó en cómo decirlo. De pronto le acometía la verguenza de saberse vulnerable. Reconocer el problema había sido lo de menos. Ahora se veía incapaz de admitir que no era fuerte, solo un chico debilucho y solitario que no podía valerse por si mismo. Que se dejaba hacer para evitarse conflictos.

—Estoy algo ocupado— suspiró abatido Kakashi ante sus evasivas. Naruto se retorció las manos— ¿Vas a decirme que es lo que te inquieta o debo seguir preguntando?

—Yo...eh. No, no es nada. Ya me voy.

Salió a prisa y con la mirada baja. Al parecer no solo era débil y cobarde, también le costaba decir las cosas directamente.

Aprender a pelear. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora