El Rechazo Parte 1

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Zara estaba parada frente a toda la escuela, en el escenario

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Zara estaba parada frente a toda la escuela, en el escenario.

Las chicas que pensaba que eran sus amigas la convencieron de que cometiera una locura por amor. Y públicamente se le declarara al chico de sus sueños. Aquel por el cual había suspirado desde que era pequeña, la única razón por la que se levantaba todos los días para ir al instituto.

Su corazón le latía a todo galope, pero ya era su último año, se armó de todo el coraje que pudo y tomó el micrófono.

Días antes Isabella, Raquel y Elizabeth, las chicas más populares del instituto le habían lavado el cerebro haciéndole creer que el chico guapo por el cual ella suspiraba, esperaba una prueba de amor y valentía por parte de ella.

Qué le declarara su amor enfrente de todos. Ya que siempre se había mostrado como una chica tímida. Supuestamente, esta muestra de coraje terminaría por conquistarlo.

Zara se resistió bastante a la idea, pero hasta el mismo chico, aparentemente daba señales de que estaba esperando este evento. Y ella inocentemente se ilusionó.

Lo que más deseaba en el mundo es que ese chico le diera una oportunidad, soñaba y suspiraba del solo hecho de que un día él se fijara en ella, se había convertido en el centro de su universo. Y a escondidas en su casa hasta besaba en secreto la foto de su anuario escolar.

Al ver desde el escenario con todo el mundo mirando, trago grueso y dio un gran suspiro, mirando ese chico guapo, que hacía temblar sus piernas con solo caminar a su lado.

Estaba enamorada de él de toda la vida, de toda su corta vida. Y pensaba que, sin él, la vida no tenía brillo. Por lo tanto, estaba dispuesta a sacar coraje de donde sea en un intento desesperado de tener una oportunidad.

Entre los alumnos estaba él su príncipe, Cristian, un joven de cabello oscuro largo y rebelde, de piel tersa, labios perfectos y ojos de lobo. El típico rompe corazones de cuerpo fornido que dejaba a todas las jóvenes locas de amor.

La miraba sonriente, como si estuviera completamente de acuerdo con lo que ella estaba a punto de hacer.

El micrófono temblaba en su mano, y en su mente pensaba, es ahora o nunca.

— Cristian, quiero que sepas que estoy enamorada de ti. Quiero decirte que creo que eres el chico más guapo que he conocido y me gustaría salir un día contigo, para poder conocerte mejor. —dijo con voz temblorosa y nerviosa

Por un instante todo el auditorio se quedó en completo silencio, debido a la osadía de esta chica tímida que jamás se atrevía a levantar la voz. Todos esperaban a ver la respuesta de Cristian, expectantes para ver su reacción.

Cristian la miró directamente a los ojos desde dónde estaba, y esbozó en su rostro, una sonrisa torcida.

— ¿De verdad piensas que habiendo tantas chicas hermosas y sexys en el instituto te elegiría precisamente a ti para tener una cita? En verdad mujer; ¿Acaso te drogaste? ¿Crees que no tengo nada mejor que hacer que salir con una fea y perdedora como tú?

Zara no daba crédito a lo que estaba escuchando, se sintió aturdida. Sentía el ardor en toda su cara. Seguramente estaba más roja que un semáforo. Y, por si fuera poco, el auditorio entero estalló en risas y en otros sonidos de lástima. Qué hicieron que saliera corriendo con ganas de vomitar.

Corrió a encerrarse en el baño, y vómito todo lo que había almorzado. Para después estallar en llanto, temblando de vergüenza y de dolor. Su corazón se había roto en mil pedazos. Y por si fuera poco el sufrimiento, la humillación había sido delante de todo el Instituto.

Estuvo varios minutos encerrada en el cubículo.

Hasta que llegaron las tres supuestas amigas.

— Te lo mereces Zara, creo que desde ahora vas a pisar bien firme la tierra. ¿Parece que te quedó claro cuál es tu lugar no? — dijo Isabella mientras las otras dos se reían a carcajadas.

Zara tuvo que esperar a que todo el Instituto saliera, para atreverse a salir del baño y dirigirse a su casa.

Ahí tampoco la esperaba el mejor de los panoramas. Vivía con sus tíos, que se hicieron cargo de ella, desde que era muy pequeña. Más que por amor por obligación. Tenían otra hija, a la que siempre trataron como princesa. Marcando muy bien la diferencia, entre el trato que le daban a Zara y a su primogénita.

Cuando entró a la casa pasó con la cabeza agachada, directamente hasta su cuarto. Y ya que sus tíos no le prestaban atención, no se dieron cuenta, de que sus ojos hinchados, mostraban que había estado llorando por horas. Al menos en eso, se sentía conforme. De no dar explicaciones y estar a solas con su tristeza.

En realidad, se sentía como una perdedora, viviendo toda su vida con tíos que nunca le dieron amor ni atención, en soledad. Sin amigos, sumergida solo en esos libros de fantasía que leía, pero no le enseñaban nada acerca de como actuar para conseguir amigos o el amor de un chico. O como ser más astuta para evitar que la engañen, como lo habían hecho.

Esa noche tuvo un sueño por demás extraño.

Se veía de noche en un bosque, la luna estaba llena, y sintió el aullido de un lobo. Pero no tenía miedo.

Estaba cubierta con una capa negra, mientras miraba todo oscuro alrededor.

De pronto de entre el follaje, sale un lobo negro y con sus ojos de fiera parecía hablarle a su mente y ella solo lo escuchaba.

—Hechicera, ¡sal de mi territorio! — dijo el lobo

A lo que ella respondió.

—¡No, tú te irás!

Esa mañana se despertó sintiéndose extraña. Y cuando abrió los ojos vio un grupo de mariposas que revoloteaban estrellándose contra su ventana.

No tenía el valor de volver al instituto, pero tampoco podía hablar con sus tíos.

Decidió que por unos días hasta que tuviera el valor suficiente, saldría de la casa, pero se escondería en cualquier lugar. Cualquier cosa con tal de no volver a ver al menos por un tiempo a Cristian.

Esa mañana como siempre, salió con su mochila, guardó un poco de comida y se le ocurrió esconderse en el parque de la ciudad.

El parque era un territorio sumamente extenso, por lo que aun en bicicleta, podría estar toda la semana recorriendo distintos lugares, mientras tomaba valor para volver al lugar de su humillación.

Mientras iba tranquilamente pedaleando por el camino comenzó a sentir como si algo viniera detrás de ella. El sol brillaba en el cielo y el clima era realmente agradable para estar en el exterior.

Mientras pasaban los minutos volvió la vista atrás varias veces, pero no había nada.

Luego pensó que sería su imaginación.

Había llegado a un hermoso Mirador y estaba sentada en el pasto cuando siente que alguien más se acerca. En realidad, eran tres jóvenes. Dos chicas y un chico. Un poco más mayores que ella, pero su aspecto gótico le causó temor. La apariencia de los tres era misteriosa y amenazante, la miraban sin decir nada con ojos de curiosidad.

*

Eternamente rechazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora