Sali de mi residencia completamente aturdida. Cada vez soportaba menos ver a Aleister.
Quería que desapareciera para siempre de mi vida, solo llegaba a atormentarme.
De verdad que no me importaba morir. En realidad, una vida como la que había tenido ya no valía la pena.
Ahora solo quería aferrarme a lo único verdadero que alguna vez tuve, a James.
Ese joven tierno que no necesito que fuera virgen, ni tener un aroma especial o vestir trajes costosos para sentirse loco por mí.
Había sido el único en mi vida que no me había rechazado con cualquier pretexto y disfrutaba de mi persona por lo que era.
No me importaba cuanto viviera, disfrutaría cada momento con él. Me llevaría de este mundo de dolor y sufrimiento eternamente la imagen de su rostro, de su piel tersa, de sus ojos grises y labios. Y sus gestos tímidos y a la vez coquetos. De su dulce forma de amar. Todo lo que amaba de él.
Estaba ansiosa por verlo en la calle, y cuando llegó corrí a abrazarlo y lo besé con desesperación. Cada minuto con él lo aprovecharía.
—wow, me encantó esos buenos días. —dijo sonriendo y me apretujaba contra él.
Nos fuimos de la mano hasta la universidad y en todas las clases nos sentábamos juntos. Tratábamos de no separarnos. Y en cada espacio que había de tiempo entre clase y clase nos besábamos y nos acariciábamos y estaba realmente contenta. Tenía ahora lo mismo que con tanta tristeza añoré días atrás viendo a los otros jóvenes.
Esa semana sería corta en la universidad debido a que planeaban unas reformas y mejoras y tendríamos varios días libres.
—Zara. Podemos escaparnos a una casa de un familiar estos días para estar solos; ¿te gustaría? — me preguntó James
—¡Claro que sí!, ¿Y queda lejos? — respondí emocionada por la idea
—A unas dos horas.
—Vamos entonces. — le dije sonriendo.
Después de terminar las clases fui a buscar ropa para nuestra salida. Estaba emocionada de estar a solas con él.
Por suerte entre y Aleister no estaba, así que saqué todo lo necesario y salí.
Nos fuimos con James en un auto rentado, escuchando música y riendo por todo el camino.
El lugar era apartado, perfecto para no tener interrupciones.
El clima estaba precioso no hacía nada de frio y me había puesto una linda blusa y una falda corta para impresionar a mi chico.
Me dio una copa de vino y nos pusimos más alegres, entonces me cargó en sus brazos hasta la habitación.
—Me encanta como te queda esa falda mi bella. — dijo excitado mientras sus manos subían por mis muslos terminando en mi trasero. Y me apretó con deseo.
ESTÁS LEYENDO
Eternamente rechazada
Hombres LoboZara es públicamente humillada al declararle su amor al chico de sus sueños. No tiene amigos y tampoco padres. Sus tíos la criaron por obligación y sin amor. Ha sido rechazada toda su vida y cuando ya no puede con su pena, decide ocultarse en un par...