Cristian Y Su Padre Parte 19

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Cristian a su pesar volvió a la manada con su padre y no paraba de llorar

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Cristian a su pesar volvió a la manada con su padre y no paraba de llorar.

Este sin ninguna suavidad lo arrojó dentro de su casa y en cuanto estuvieron adentro le estampó un golpe que lo arrojó lejos.

—¿Cómo has podido humillarme de esa manera con tu comportamiento?, ¡se supone que serás el próximo líder y mira de las cosas que te acusa aquella hembra, que debería haber caído rendida a tus pies! ¡Eres un fracaso! —gruño furioso su padre

—No es mi culpa, el hechizo no me permitió detectar su olor. Si tan solo hubiese sabido jamás la hubiese lastimado, ella es mi luna. — y no se paraba del suelo

—¿Por qué si pensaste que era solo una humana te ensañaste tanto con ella? — lo miró su padre

—En el fondo me avergonzaba que me atrajera, la deseaba. Solo se veía como una humana tonta, solitaria y sin nada especial. —dijo Cristian

—¿Te declaró su amor ante todo el instituto? —preguntó su padre

—Si y la humillé. — dijo Cristian sollozando

—Quizás podamos revertir tu estupidez, pediremos que ella pase tiempo contigo ya que al parecer está deslumbrada por el mundo de los hechiceros. Dejemos que vea un poco de nuestro mundo y si no lo arruinas de nuevo, quizás tengas oportunidad de que te perdone. — dijo su padre.

—Crees que sea posible padre; ¿y si Aleister no quiere? — dijo Cristian.

—Por nuestro pacto de paz deberá aceptar, después de todo su mitad es parte de nuestra manada. Podemos reclamar un breve cortejo para tratar de solucionar las cosas. Claro que deberá ser en su territorio, ella no confía en ti para tu desgracia te tiene terror y no la culpo, eres un estúpido. — dijo su padre.

—¿Y si eso no funciona? — preguntó Cristian

—No podemos hacer nada más, así que esmérate por conquistarla, tienes poco tiempo. — y se fue

Cristian se levantó con pesadumbre y cayó completamente derrotado en su cama.

Es su mente estaban las imágenes de Zara temblando en el escenario, declarando ante todos que estaba enamorada de él. Y se golpeaba a si mismo por haberla humillado de esa manera. Estaba atormentado recordando como se burló de ella desde su auto y se divertía tras haberla empujado con el auto para que cayera de su bicicleta.

Y se arrepintió en lo más profundo de su corazón haberla aterrado tanto en el instituto. Recordaba una y otra vez como la asfixiaba y la brutal cachetada que lastimó su rostro, y sobre todos sus ojos de terror mientras lo miraba y sus lágrimas. Se retorcía en su cama y se juró que si ella no lo perdonaba acabaría con su propia vida.

Y entendió porque la deseaba en el bosque, porque estaba dispuesto a tomarla por la fuerza. A pesar del hechizo y por más que se avergonzaba de ser atraído por una humana insignificante. Sus prejuicios ayudaron al hechizo, pero su cuerpo la deseaba a pesar de eso. De hecho, veía con cierta esperanza de que ella alguna vez lo amó.

Empezó a urdir en su mente que si el cortejo era demasiado corto optaría por métodos más drásticos para tenerla a su lado. Lo que fuera necesario.

Al otro día fue hasta donde estaban sus tres amigas, las mismas que en el instituto le lavaron el cerebro a Zara para que hiciese el ridículo.

Ellas, por ser el próximo alfa los saludaron por demás coquetas y este respondió a las tres por igual, con bofetadas igual de fuertes que las que había proporcionado a Zara.

—Víboras estúpidas, ¿acaso ya se enteraron que Zara es mi pareja que la diosa eligió para mí?

Las tres quedaron con la boca abierta, como era posible.

—Pero ¿cómo? — dijo Isabella

—No tengo tiempo para detalles zorras envidiosas, ustedes me convencieron de hacerlo, de humillarla, ahora me van a ayudar a arreglar el problema. Si no recupero a mi luna las despedazaré con mis propias garras. ¡¿Oyeron?! — les gritó furioso — Empiecen a pensar de qué manera me ganaré de nuevo su confianza. Voy a pedir un breve cortejo, pobre de ustedes si fracaso.

Y las tres quedaron temblando, sabían perfectamente de lo que era capaz un alfa si no tenía a la pareja que estaba destinada para él. Y ellas habían sido las principales responsables de que Cristian sintiera vergüenza de su atracción por Zara, olfateaban su excitación cuando estaba cerca de ella y sintieron celos de que una simple humana lograra lo que ellas no.

Cristian no pude resistirse a entrar en la casa donde vivió Zara, y aprovechando que no había nadie se fue directo hasta la habitación que ella ocupaba.

Nada había sido removido de lo poco que quedaba en el cuarto, y ahora que el hechizo se había acabado se podía percibir su aroma en las pocas cosas que dejó.

Se tendió con el corazón destrozado en su cama y se abrazaba a la que antes fue su almohada. Y recordaba cuando la acechaba desde la ventana, como se veía tan adorable e indefensa en su pijama tratando inútilmente de levantar objetos con su mente.

Y luego se llenó de dolor al recordar como lo miraba aterrada y en su mano tenía un cuchillo y un amuleto para protegerse. Protegerse de él.

Mientras tanto esa noche Zara volvió a tener pesadillas.

Otra vez era perseguida y corría aterrada. Y una fuerza que no supo de dónde venía ataba sus manos.

Y alguien se la llevó del aquelarre por la fuerza.

Se vio encerrada en una celda, oscura y fría. Y por más que gritaba nadie la escuchaba.

Era como si estuviera en el lugar más apartado del mundo y sentía una tremenda soledad.

Llamaba a su amado, pero él al parecer no lograba oírla.

Y el solo hecho de pensar que no lo vería más partía en mil pedazos su corazón.

Se despertó llorando amargamente y el líder la azotaba.

—Zara, pequeña despierta, solo es un sueño — y la abrazó tratando de calmarla

Zara aun despierta se abrazaba del líder temblando.

*

Eternamente rechazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora