Tierras Escandinavas Parte 54

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Me desperté y lo primero que vi fue su cara con una sonrisa que no le cabía

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Me desperté y lo primero que vi fue su cara con una sonrisa que no le cabía. Y unos ojos que le brillaban de felicidad.

—Te amo tanto mi pequeña, no tienes idea el descanso que le das a mi corazón que podamos estar de nuevo así, — me apretaba contra su pecho y oía latir tan rápido su corazón. — esperaré que termines de entrenarte, ya sabes que te pertenezco. Tu elige cuando damos el siguiente paso.

Nos fuimos de la casa de Khadija y volvimos al aquelarre.

Me di un tiempo para ir a ver a mi segunda madre, la doctora, que me ayudó a llegar a Inglaterra. En el corto tiempo que estuve allá y con todos los problemas no pude hablar con ella personalmente y decirle que tuve que volver.

Pero cuando la vi, la noticia era desalentadora. Le detectaron un cáncer agresivo en etapa muy avanzada y le quedaba poco de vida. No me atreví a decirle que ya no podía volver más a la universidad, solo le dije que estaba de paso. Y le pregunté por su tratamiento.

—Dejaré que la enfermedad siga su curso Zara, no tiene caso gastar lo poco que me queda en quimioterapia para solo sentirme miserable, y no ganar en realidad más años de vida. — dijo ella

—¿Y con quien está? —pregunté preocupada

—Estoy en casa de mis primas, son como mis hermanas. No te aflijas Zara. —dijo ella

—¿Y si probáramos alguna medicina alternativa? — pensaba en si con los conjuros o pociones podríamos hacer algo.

—No Zara, ahora que sé que estás siguiendo el rumbo de vida que te toca. Pienso ir al encuentro de mi otra hija. — y me sonrió con su cara demacrada.

Fue un golpe inesperado, pues pensé que le quedaban muchos años de vida. Pero ella estaba determinada a irse en sus propios términos. Y se me queda viendo y me dice:

—No vuelvas a rendirte nunca Zara, mientras tengas salud y alguien quien te aprecie lucha sin cansarte. A todos nos llega nuestra hora de partir, pero presiento que a ti te esperan muchas cosas importantes por vivir. Y no sientas tristeza por mí, yo ya cumplí con guiarte por el camino de tu autovaloración. A otros también, solo ha llegado mi hora de irme, nada más. — dijo

Y me despedí de mi segunda madre, con la que interactué tan poco, pero me ayudó tanto. Mi hada madrina volaría con sus alas al encuentro de la hija que antes perdió, y esperaba que sus buenas obras le dieran por fin la paz.

Con mi maestra Gerda nos iríamos unos días a las montañas de sus tierras para que me enseñara un circuito de entrenamiento, que podría reconstruir cerca del aquelarre a fin de mantenerme en forma tras terminar las lecciones.

Era el inicio de un largo entrenamiento donde me esperaban muchos retos, y conocería distintos lugares.

Aleister quedó en que iría por allá en mis días de descanso para poder estar conmigo y llegamos a tierras escandinavas.

Eternamente rechazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora