De Vuelta Al Instituto Parte 7

12.8K 1K 81
                                    

Me levanté con la certeza de que quizás podría ser mi último día de vida

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me levanté con la certeza de que quizás podría ser mi último día de vida.

Escondí bajo mi ropa el cuchillo de plata y el amuleto.

Guardé mis cosas en mi mochila y mi tío me llamó enojado, para que me subiera su auto. Indicando que me apurara.

Cuando salíamos de la casa, alcancé a ver a mis amigos, que se dieron cuenta por mi cara que me llevaban de vuelta al instituto en contra de mi voluntad.

Por los espejos vi que nos seguían a una distancia prudente. Pero era poco probable que los dejaran entrar al instituto, al no ser alumnos.

Mi tío cumple su palabra, y esperó con cara de pocos amigos a que yo entrara. Bajé con pesadumbre del auto, como un condenado que se dirige al lugar de su ejecución.

En cuanto crucé la puerta de entrada y comencé a caminar por el pasillo, mi corazón empezó a latir a toda velocidad.

Podía sentir sobre mí las miradas de burla, por mi reciente humillación pública. Pero ese era el menor de mis problemas.

Me dirigí hasta mi casillero y saqué mis cosas. Mirando a mis costados. Hasta ese momento, no vi ni a Cristian ni a sus malévolas amigas.

Pasaron las primeras y segundas clases de la mañana, y me parecía extraño no verlos.

Pero en la tercera clase, se terminó mi paz.

Estaba sentada, mirando fijamente mi cuaderno. Cuando siento que alguien se sentó al lado mío. Estaba tan cerca que su pierna rosaba la mía.

Una electricidad extraña corrió por mi cuerpo, y al levantar la cabeza, choqué de golpe con los ojos de Cristian. Y del terror se me escapó hasta el aire.

Sentí que en cualquier momento podía desmayarme, una sensación de vértigo invadió mi estómago. Aunque sabía que en la clase delante de todos no me iba a atacar. Pero vi como empuñaba sus manos con fuerza, y apretaba su mandíbula, y la fuerza de su mirada era más intimidante que nunca.

Fue la clase más larga de mi vida, Cristian ni siquiera se concentró en lo que decía el profesor, estuvo todo el rato mirándome fijamente. Mientras que yo inútilmente trataba de tomar apuntes con mis manos que sostenían el lápiz con temblor. De hecho, todo mi cuerpo temblaba.

Llegó la hora de cambiar de clase, y Cristian no se paraba de su asiento.

Así que temerosa traté de rodear por el otro lado buscando una salida, para alejarme lentamente de él.

Mientras me dirigí al siguiente salón, sentí que iba detrás mío. Definitivamente, me seguiría todo el día, hasta encontrar un momento, en dónde estaría sola y a su merced.

Al entrar a la última clase antes del almuerzo, repitió el mismo proceso intimidatorio, sentándose justo a mi lado. Sin quitarme su mirada amenazante de encima.

Eternamente rechazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora