El Cumpleaños Parte 18

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Se acercaba la hora de la media noche y el miedo me invadió

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Se acercaba la hora de la media noche y el miedo me invadió.

Me puse un vestido negro holgado y nos dirigimos todos a la zona neutral.

Cuando llegamos estaba la manada de Cristian, delante de todos estaba el Alfa padre de Cristian. Me dijeron cuál era su aspecto. Y tras ellos un grupo no menor de lobos. Todos en su forma humana.

Mi corazón latía sin control cuando me indicaron que debía colocarme en el centro de un círculo de piedras. Y mis manos sudaban.

Los líderes y demás brujos y hechiceras estaban detrás de mí.

Los dos grupos a una distancia prudente según yo. Pero para el tipo de criaturas que eran los lobos, encontré la distancia demasiado poca.

Tanto Cristian como su padre no quitaban la mirada de mí. Ambos igual de intimidantes.

Pero tras mis dos huidas de Cristian me miraba con especial odio. Se veía que estaba a punto de saltar sobre mí, si no fuera porque venía con apoyo.

Miré al cielo y sentía miedo de la luna llena, que empezó a despejarse y mostrarse con todo su brillo. Era terroríficamente enorme.

Se sintió un silencio absoluto, antes de que escuchara la voz de un hombre, que me parecía familiar, pero no era ninguno de los presentes. Era una voz lejana y con ecos.

Era como una voz del pasado, que viajaba a través de los años a descubrir mi destino y quitar un manto de protección que tenía desde el día que nací.

En mi corazón sentí que era la voz de mi padre, recuerdos añejos de un antiguo conjuro que ahora perdía su efecto. Y una luz salía de mi cuerpo, como quien quita una manta y el alboroto de los lobos me indicó que ya era media noche.

Mis piernas temblaban y quería correr, escapar del círculo.

Y de pronto pude por primera vez en mi vida, percibir mi propio olor.

Era olor a rosas. Rosas me pregunté. No puede ser tan malo. No se sentía amenazante, concluí en mi ignorancia. Pero había otro olor más que no podía identificar.

El padre de Cristian dio un paso hasta mí y mis aliados se acercaron poniéndose en guardia.

—Está bien, ella desciende de nuestra manada. Estamos en paz — dijo el padre de Cristian

Pero Cristian no estaba en paz, estaba inquieto se movía de un lado a otro olfateándome, se veía cada vez más alterado y comenzó a gruñir, y sus ojos brillaban, en fracción de segundos trató de acercarse y desplegué el escudo protector.

—Tu padre ya dijo que no soy una amenaza; ¡ya tienes que dejarme en paz! —Grité

Cristian pegó su cara al escudo y ahora más que furioso se veía angustiado.

—Déjame pasar Zara te juro que no voy a hacerte daño —dijo Cristian

—¿Para qué? —pregunté enojada

Eternamente rechazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora