Que Avance El Enemigo Parte 23

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A la mañana siguiente me dolía mi cintura, el muy desgraciado no me soltó en toda la noche y estaba acalambrada

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A la mañana siguiente me dolía mi cintura, el muy desgraciado no me soltó en toda la noche y estaba acalambrada.

En cuanto logré soltar su brazo me estiré y él se despertó.

Lo miré con cara de pocos amigos. Pero él estaba de lo más sonriente.

—Claro te causa gracia haberte salido con la tuya. — le dije y me acosté de un lado

—No, lo que me gusta es que después de una discusión lo mejor son las reconciliaciones. — y se puso a mordisquear mi espalda, me daba cosquillas.

—Ya basta no estoy de humor. — murmuré enojada

—¿Te perturban las fuerzas que sentiste ayer con Cristian? — me pregunta

Y no pude dejar de darme vuelta y ver con rabia como siempre lo sabía todo. Como si estuviera en todas partes.

—Independiente que odias a Cristian, ¿qué opinas de esas fuerzas que te provocan atracción?

—¿Para qué quieres que te responda para que empecemos de nuevo a pelear? — refunfuñé

—No, porque yo también tengo mis trucos amor, voy a compensarte por mis celos desmedidos. —dijo mientras dejaba un beso tierno en mi boca

—No quiero. — dije taimada

Pero el solo se rió y empezó con su dedo a recorrer mi pecho, sentí esa misma electricidad que cuando toqué a Cristian si no era incluso mayor. Conforme recorría mi cuerpo sentía que perdía más y más mi poder de decisión. Ya ni siquiera podía estar enojada. ¿Así se sentía estar bajo el hechizo de alguien? Pensé.

Pasó por mis labios y sentí unos deseos irrefrenables de besarlo, de devorar su boca y mi piel entera se erizó. Bajó por mi abdomen y mi cuerpo se arqueaba y se estremecía y comencé a gemir. Cuando bajo hasta mi intimidad ya era imposible controlarme, era una necesidad aun mayor que en las fases de la luna, me hacían tener deseos de intimar desesperadamente.

Se puso sobre mí y separó mis piernas, entonces me preguntó.

—¿Todavía estás enojada conmigo?

—No ya no.

—¿Estas segura Zara? — y se reía maliciosamente, sabía que lo deseaba con desesperación.

—No ya no estoy enojada — dije sin aliento

—¿Vas a irte a otra habitación a dormir cuando estés enojada?

—No —dije casi sin aire me costaba respirar

Y comenzó a hacerme el amor con todas sus ganas. La verdad si de esto se trataba estar embrujada por mí que lo hiciera siempre.

Me abrazó muy fuerte y me dijo que debería hacer algo que para ambos seria extremadamente difícil de soportar.

—¿A qué te refieres? —pregunté

Eternamente rechazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora