La Amargura De Cristian Parte 26

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Cristian llevaba días sin comer tendido en su cuarto

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Cristian llevaba días sin comer tendido en su cuarto. A pesar que su severo padre hasta lo había vuelto a golpear para que comiera.

Sentía que ya no quería vivir.

Realmente se había ilusionado con que Zara lo perdonara y lo aceptara.

Toda la semana que estuvo con Zara se imaginaba con cada gesto de ella, que el amor que sentía desde que percibió su aroma, por fin tendría solución, a pesar de sus terribles actos que le ganaron ser visto con terror por su amada luna.

La recordaba cuando la acorraló y ella sintió la presión de esa fuerza que los destinaba a estar juntos, como pudo sentir su aroma cuando se acercaba.

El roce de su mano que provocó en ella que todo su cuerpo se alborotara.

Las hermosas melodías al piano y cuando le regaló una tímida sonrisa que derritió su corazón.

Pero lo peor, verla bailar con ese vestido blanco que dejaba ver su joven cuerpo, sus pequeños y redondos senos, su cintura estrecha y su bello trasero. Solo de pensar en esas imágenes se encendía su cuerpo y se atormentaba más.

Y cuando la vio en ese hermoso vestido rojo, al hacer crecer la planta que aún tenía en su habitación, la que fue tocada por sus labios. Y recordar el roce de sus manos, y su piel tersa que se dejaba ver a través del vestido escotado. Y su sonrisa, su eterna y tormentosa sonrisa que pensó que era sincera y para él.

Hasta la cena que se supone hizo con cariño y las invitaciones a ser parte de su mundo.

Y llegaba al borde del delirio de recordar sus labios y su pequeña cintura entre sus brazos. Deliraba a ratos de fiebre, de pena y desesperación. Al saber que solo lo habían ilusionado.

Que él mismo era el causante de no poder jamás tomar esa pequeña en sus brazos para hacerla suya, ya que en lugar de amor solo le causaba miedo.

Y en medio de sus delirios de la fiebre que tenía, pues llegó a enfermarse; de a ratos alucinaba que ella venía a su casa y se arrepentía de haberlo rechazado y se imaginaba que la tenía en su cama solo para él. Para amarla para siempre. Con su pequeño y joven cuerpo solo para él. Y que él la marcaría como suya, su eterna compañera. Que viviría por fin con su luna.

Hasta le había hecho el amor en sus delirios, y se deleitaba en sentir su piel suave e imaginar que gemía su nombre mientras él la tomaba con deseo.

Perdió hasta la noción del tiempo. Por la falta de comida y agua que le prohibía a su cuerpo y el desgaste de su mente y corazón atormentados por el deseo, por la pena y su otra parte destinada que faltaba.

Su padre no daba más de preocupación así que tomo drásticas medidas para salvar la vida de su hijo. Mandó a buscar otros lobos fuertes y le metieron por la fuerza agua y comida bien molida a fin de que su cuerpo no sucumbiera a la muerte.

Y lo obligó a tragar remedios para quitar la fiebre.

Tuvo que amarrarlo para que no se negara a recibir el sustento y los medicamentos que salvaban su vida. Ya que cada día se debilitaba más.

Y a pesar de que era muy severo con él, pues pensaba que debía formarlo de esa manera para liderar la manada, no pudo evitar llorar viendo el deplorable estado de su hijo. Y le acariciaba la cabeza con ternura.

–Cristian hijo mío, ya basta, no vale la pena morir por amor. Lo siento tanto, no debí ser tan duro contigo. – y besaba su frente caliente por la fiebre.

Pero una duda calaba su corazón, por su experiencia pasada, no creía de buenas a primera que Zara no estuviera interesada en nadie en el aquelarre. Y la sola idea de que algún brujo estuviera feliz con Zara, la mujer que debía ser de su hijo hizo hervir su sangre.

Contrató los servicios de una bruja renegada, para que espiara en el aquelarre a fin de saber si sus sospechas eran fundadas.

En su experiencia sentía que Zara actuó ilusionando a su hijo aconsejada por alguien más astuto. Que en realidad ilusionar a su hijo fue una estrategia bien planeada. Y se juró que de comprobar que eso era cierto atacaría de la misma forma.

A traición y sin aviso.

Mientras tanto los días en el aquelarre transcurrían en paz.

*Narra Zara

Habían pasado cinco meses desde que rechacé a Cristian.

Esperábamos ansiosos para que llegara el día de la fiesta de primavera y pudiésemos hacer oficial nuestro compromiso. Se haría una invitación especial a todos los líderes, indicando que se añadía el feliz evento de anunciar una unión.

Mi amor hasta me había comprado un hermoso anillo y yo ya estaba escogiendo el vestido.

Mis amigas estaban por demás emocionadas, les encantaban las fiestas de uniones.

Y empecé a aprender cual eran las hierbas para asegurar mi embarazo. Ya sabía que por mi edad de seguro no sería problema, pero quería estar segura.

No sabíamos nada de la manada, ni siquiera los habíamos visto cerca de nuestro territorio.

Encontraba un poco raro que Cristian no hubiera pataleado un poco más por mi rechazo, en el fondo creía que había sido demasiado fácil.

—¿Amor, has sabido algo acerca de la manada? ¿alguna noticia extraña? — le pregunté

—La verdad no, tampoco es que tengamos tanto contacto con ellos. Si no son reuniones muy raras y excepcionales. ¿Porque preguntas? — frunció el ceño

—No lo sé, encuentro como que nuestra victoria con Cristian fue demasiado fácil. No me mal interpretes no hablo de lo difícil que fue en lo sentimental, si no, me refiero al conformismo de Cristian. —le dije

—Quizás ya encontró pareja. — respondió sin dar importancia

—Pero no se supone que era un lazo tremendamente fuerte y para siempre y bla bla bla—dije desconcertada

—¿Te sorprende que te haya cambiado tan rápido? — dijo levantando una ceja

—Me extraña Aleister, te jactas de que eres más sabio y no te das cuenta que no pregunto por celos sino porque realmente me preocupa que estén tramando algo. — dije ofuscada

Entendí que tratar de hablar con él solo avivaba viejos celos y decidí investigar por mi cuenta.

Por días traté de hablar con cuanta bruja podía para sacar algo de información acerca de que pasaba con Cristian en su manada. Pero al parecer nadie sabía nada.

Por las noches me transformaba e iba hasta el borde de nuestra frontera, pero ni siquiera sabía cuál era la casa de Cristian para tratar de ver si acaso ya tenía otra pareja. Ansiaba poder verlo con otra mujer para estar más tranquila. Pero por más que me esforcé, no logré ver nada.

*

Eternamente rechazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora