Recuerdo que besé flojamente sus labios mientras mi mano descendió hasta su espalda baja para acercar su cuerpo al mío entre las sábanas. También sentí que su brazo me rodeó por debajo de la axila y su caliente anatomía me llenó el corazón y los sentidos de paz y una sensación hogareña.
Me encantaba cuando llovía porque ambos nos acurrucábamos para buscar calor con nuestros cuerpos. Y también porque el sonido de las gotas chocando contra las ventanas, el techo y el patio me producían una relajación exquisita.
De pronto ella giró sobre su cuerpo aún adormilada y acabó sobre mi, con su cabeza descansando entre el inicio de mi pecho y mi cuello. Su respiración era cálida, deliciosa y me provocaba a tal punto que deseaba quedarme así por el resto de mi vida.
Cerré mis ojos y dormí profundamente hasta que mi teléfono vibró cuando el cielo aún estaba oscuro. Nos esperaba un día realmente ajetreado.
—Buenos días, corazón.
—Por el amor de Dios, aún es temprano—se quejó ocultando su rostro en mi cuello.
La abracé—si es que era posible juntar nuestros cuerpos aún más—riendo contra su cabello. Anne siempre tenía una fragancia exquisita.
—De seguro Abigail ya tocará la puerta con todo su equipo—mencioné aguantando un bostezo. Pude notar que rodó los ojos—. Tenemos que estar relucientes hoy, amor.
Yo también moría por quedarme todo el día en el hotel durmiendo, pero conocía a mi esposa perfectamente y sabía que si yo no me levantaba, ella tampoco lo haría. Y dormiría hasta año nuevo.
Repasé la curva de su cintura con las puntas de mis dedos suavemente y eso provocó que ella se retorciera sobre mi, con su piel erizada de pronto. Primero reí junto a ella y disfruté del corto y húmedo beso que dejó bajo mi oreja.
Cerramos los ojos unos minutos más hasta que ella quiso subir más sobre mi.
—Corazón—dije cómo pude.
Recién me había dado cuenta de que estaba sobre mi. De que se había movido. De que sus pechos estaban aplastados contra mi. De que nuestras partes íntimas chocaban. Y de que yo siempre solía levantarme con todo mi cuerpo despierto.
Literalmente.
La aparté. Era muy temprano aún.
—¿Qué ocurre?—dijo estirando las palabras.
—Me duele la espalda—mentí—. ¿Estás bien? Perdón.
—¿Te duele la espalda?—asentí estirando la tela de mis bóxers. Ella se encogió de hombros—. Quién te manda a levantar tanto peso en el gimnasio—bostezó y yo rogué que no bajara su mano para tomar la mía—. O quizás es la edad.
Levanté mi cejas.
—¿Me estás diciendo viejo?
—Jamás dije que lo fueras.
—Pues para tu grata sorpresa, no tengo disfunción eréctil.
Dejó salir un resoplido largo.
—Tom—dijo—, tesoro de mi corazón, no todo lo que te digo tiene que ver con tu pene.
—Pero...
—Y créeme que lo he notado bastante bien—quedó apoyada sobre su codo y dirigió su mirada hasta las sábanas—. Una ducha fría ayudará a tu problema.
ESTÁS LEYENDO
Del Amor a la Fama.
Любовные романыMe limpié las lágrimas y decidí enfrentarlo. -Soy yo o todo tu show, tú decides. Anne necesitaba urgentemente un nuevo empleo para terminar de pagar sus estudios, pero jamás pensó que cuidar a unos mocosos le llevaría a tener un...