Capítulo especial 2/2
Esa misma noche volvieron a casa, y es que tenían un velorio que preparar. Durante el camino nadie decía nada, todos parecían estar idos en sus propios mundos, Anne estaba recargada sobre el regazo de su mamá, no sentía dolor físico, tampoco sentimental, sólo se sentía vacía, muy vacía.
Nadie creía lo que había pasado. Las familias de ambos padres estaban consternadas, ni siquiera podían llorar; todo parecía un mal sueño, una pesadilla, en realidad. Miles de arreglos florales estaban acomodados alrededor del ataúd pequeño en medio de la sala. Querían hacer todo más rápido, por lo que ese mismo día iban a enterrarla.
Se suponía que en ese momento todos debían estar unidos como la familia que eran, apoyándose y derramando lágrimas juntos, pero cada uno estaba separado, siendo tan egoístas al dejar a Anne sola en su recámara sin permiso de bajar. ¿Iban a quitarle la última oportunidad de estar con su hermana? Sería la última vez que podría ver su rostro, que podría sentir su habitual aroma.
Y aunque estuviera en esos momentos en un estado sin ser consiente de lo que pasaba, decidió bajar a ver. Tomó su abrigo y se lo puso, miró la habitación que compartía con su hermana, aún habían prendas que ambas sacaron en la mañana sobre la cama de Isabel; todos sus juguetes y cuadernos llenos de historias estaban intactos, esperando a que las gemelas volvieran a ellos y sugieran inventando escenarios ficticios, llenando de vida su aposento.
Salió de su habitación, mientras caminaba, se acercó a la recámara de Miguel. Lo vio sentado en su cama con la vista fija en la ventana que estaba al lado de su puerta, se percató de su presencia y entonces la miró con desprecio. Sus ojos estaban hinchados y sus ojeras violáceas, algo que caracterizaba a los Johnson, era que cuando lloraban, sus narices se tornaban rojizas y sus labios también, dándoles un aspecto demasiado tierno. Anne retrocedió unos pasos cuando él se levantó y caminó hasta ella tambaleándose, se puso a su altura hincándose sobre una rodilla. Era su hermano, no tenía por qué sentirse amedrentada, aunque la mirada penetrante y despectiva que le daba, hacía que quisiese esconderse abajo de una roca en el fondo de Bikini.
—¿No vas a bajar?—preguntó temerosa en toda su inocencia.
Él la miró sin alguna expresión en el rostro, entornó los ojos, parecía querer verla hasta reconocer a Isabel en ella, pero cuando convives con una persona todo el tiempo, es difícil confundirla con alguien más, y eso era lo que le pasaba a Miguel; parpadeaba muchas veces intentando ver algún recoveco de sus recuerdos.
—No, no quiero estar ahí—dijo lentamente, pronunciando cada palabra con perfidia, con lentitud—. Pero tú deberías ir, deberías ir y ver todo lo que está pasando por tu culpa.
—N-no fue mi culpa.
—Claro que lo fue—su clamada voz hacia todo más perturbador—. ¿Qué pensabas? Isabel siempre fue la más delicada, tú presumías que podías defenderla de todos, ¿y esta vez?.
Siempre tuvo agallas, respondía lo que creía que era correcto sin importar la persona, pero en ese preciso momento, lo último que quería, era armar una discusión con su hermano. Tomó aquellas palabras a la ligera, aunque su entorno le recalcaba constantemente que, como las dos estaban juntas durante la tragedia, Anne debía haber luchado por su hermana, pero ¡vamos! Ella apenas tenía diez años, y su fuerza no era ni la cuarta parte de la de aquellos hombres, de todas formas, a Anne le quedaba el consuelo de las palabras de su hermana, sabía que Isabel estaría con ella para siempre y en todo lugar.
Se alejó de Miguel sin mirarlo a los ojos y fue a la sala, todos dejaron lo que estaban haciendo para verla. Anne no entendía muy bien porqué todos ponían su atención en ella; tal vez por la notoria venda que traía bajo su blusa de mangas cortas, o los moretones en su brazos y clavículas, o, incluso más probable, porque era una copia exacta de la niña que estaba en el ataúd. Escuchó algunos murmullos, tuvo a sus familiares acercándosele para consolarla y decirle las mismas palabras mediocres que la gente repite en cada funeral; ella asentía en respuesta y prefirió zafarse de sus brazos para acercarse al ataúd.
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Del Amor a la Fama.
Любовные романыMe limpié las lágrimas y decidí enfrentarlo. -Soy yo o todo tu show, tú decides. Anne necesitaba urgentemente un nuevo empleo para terminar de pagar sus estudios, pero jamás pensó que cuidar a unos mocosos le llevaría a tener un...