Dolor

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Capítulo especial 1/2.

—Bebé, despierta—una hermosa mujer zarandeaba suavemente el hombro del pequeño Tom.

—Aún no—gimió el pequeño cubriéndose más con las sábanas.

La hermosa mujer de ojos exóticos y de cabello cobrizo rio y abrazó a su pequeño.

Había dormido con él esa noche, porque Tom tuvo pesadillas. Y también porque ya no aguantaba pasar un momento más al lado de su esposo.

—¿Qué deseas hacer hoy, mi cielo?—acarició el cabello de su hijo y este bajó las sábanas, dejando sus ojos y frente al descubierto.

—¿Por qué ya no hablas con papá?

La pregunta que había hecho la dejó consternada, no sabía cómo explicarle a su inocente hijito que el hombre al que admiraba como un héroe, ya no era el de antes. ¿Cómo iba a decirle a un niño que su padre tenía un amante y posiblemente otro hijo? ¿Cómo le diría que el bastardo seguía negándolo todo? Lo había echado de casa la noche anterior, pero el imbécil se había negado a irse.

Suspiró y vio al único motor de su vida viéndola con esos hermosos ojos esperando que le respondiera.

—Mamá y papá necesitan estar alejados un tiempo.

Tom no sabía cómo reaccionar, no era la respuesta que esperaba, pero se conformaba. Vio en caricaturas que todas las familias terminan unidas al final del cuento, pensó que lo mismo pasaría con la suya.

Los ojos de Ángeles se humedecieron involuntariamente, y de nuevo, estaba llorando. Simplemente no podía contenerlo, tenía tantas emociones juntas que deseaban salir a la luz, que lo único que podía hacer, además de sentirse impotente, era llorar.

Y odiaba hacerlo frente a su hijo, eso hacía que se sintiera más débil.

Al pequeño no se le ocurrió algo más que rodear a su madre con sus cortos brazos para calmar su llanto. Había escuchado como pelaban, vio como su mamá rompió un jarrón en el comedor y su papá intentaba calmarla. Él amaba a su papá, lo veía como el hombre más valiente y bueno de todos, de grande soñaba en ser como él, por eso se le hacía raro que mamá llorara por su culpa.

Cuando los sollozos cesaron, ambos escucharon el chirrido de las llantas, aviso de que Bernard había ido al trabajo, o probablemente a la casa de su nueva familia.

Esa mañana, Ángeles quiso darle alegría a su niño, al menos verlo feliz y gastar cada céntimo de la tarjeta y el efectivo de Bernard hacía de su vida menos miserable.

¿Qué hizo mal? Si ella hacía todo lo posible por complacer a su esposo, se conocían desde que tenían 15 años. ¿Se habría apagado la chispa? Tal vez Bernard encontró lo que ella no pudo darle en esa secretaría que llamaba cada noche sin falta.

Ambos se levantaron y desayunaron juntos riendo por las ocurrencias de Tom. Ángeles tenía un vacío en su corazón, y no era por la infidelidad de su esposo, era diferente, como si algo faltara. Inhaló y exhaló un par de veces y trató de sentirse mejor.

—Má, tienes que pagar—Tom jaló el brazo de su mamá haciéndola salir de su transe.

—Oh, si—sacó el dinero de su cartera y se lo entregó al cajero.

Estaban en un centro comercial gigante, el niño la había llevado a empujones a una juguetería, esa mañana Ángeles estaba demasiado bondadosa con los gastos. Y el pequeño Tom jamás desaprovecharía algo así.

Salieron del lugar con las manos llenas de bolsas con juguetes, ropa y golosinas.

—Eres lo más importante en mi vida—había dicho una vez que se sentaron en el restaurante favorito de Tom.

Del Amor a la Fama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora