Capítulo 10

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El cielo nocturno nos recibió al cruzar la salida. Me abracé a mí misma al sentir una oleada de aire frío envolverme. Zack caminaba a mi par, a diferencia de Melody, quien iba un poco más adelante de nosotros, dando saltitos y riendo.

Tenía mi atención puesta en ella, al igual que el pelinegro a mi lado. Ambos reíamos al verla brincar y sonreír efusivamente.

Las calles de Kallas no están tan concurridas como de costumbre. En cambio, están medio vacías y lo único que se escuchaba era la risueña risa de Melody, y el sonido que hacía el viento al chocar contra los árboles.

—Felicidades, por cierto —suelta de pronto Zack, haciendo que fije mi vista en él—. Lo hiciste increíble.

Una sonrisa se cuela en mis labios sin poder evitarlo. Sus palabras parecen realmente sinceras al pronunciarlas, y yo siento que la barrera que he creado para protegerme se deshace cada vez más.

—Gracias —musité. Ladeé la cabeza y jugueteé con mis dedos. Tragué saliva antes de realizar la pregunta que había estado carcomiéndome desde hace rato—. ¿Sabías que estaría ahí?

—No —admitió—, pero creo que nunca le he prestado tanta atención a una presentación como lo hice con esa.

Niego con la cabeza, con aire divertido. Le dedico media sonrisa.

—Entonces, ¿te gustó, no?

—Por supuesto que sí.

Mis pulmones sueltan todo el aire retenido. Era la primera vez que alguien que no era Paige o el abuelo, lo decía tan abiertamente. Como si fuera algo cotidiano decir ese tipo de cosas. Se sentía bien no escuchar todo el tiempo la usual regañina de parte de papá por seguir con esto.

—Ya podrías invitarme a la siguiente.

Mis ojos se abren con asombro al oírlo.

—¿Lo dices... en serio?

Eso sí era novedad. Las entradas desperdiciadas se hicieron más pesadas de pronto dentro de mi mochila. Nunca creí escuchar esas palabras ser dichas por alguien. Zack era el primero en el que veía cierto entusiasmo en sus ojos por la situación. Y... era una sensación agradable.

Soltó una leve risa al mirar mi expresión.

—¿Qué pasa? ¿Te sorprende?

Me apresuro a negar con la cabeza.

—No... bueno, sí —confieso—. Es que es extraño que quieras volver a ir. La mayoría, pues...
.
«No asisten. Simplemente no van»

—Pero quiero ir —confirma, sacándome de mis pensamientos—. En serio.

Esas palabras suenan tan irreales justo ahora. He pasado toda mi vida rogándole a mis padres para que vengan a verme al menos una vez. Para enseñarles de lo que soy capaz de hacer y demostrarles que no es una bobada como ellos lo llaman. Y nunca ha funcionado. Nunca han venido a verme.

No sé qué se responde a esto.

—Claro... —articulé, intentando verme como una persona normal—. Sí... podría guardarte una entrada para la próxima presentación.

Mi respuesta lo hace sonreír. Volvió a enfocar su vista en Melody, quien seguía brincando, ajena a toda nuestra conversación.

Seguimos en silencio por un rato. Y, a diferencia de otra veces, no quise tratar de rellenarlo hablando. Solo lo dejé estar. No era un silencio incómodo, era todo lo contrario.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora