Capítulo 31

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Logré tener la suficiente fuerza de voluntad para cambiarme la ropa por una pijama. Pensé que así podría sentirme más cómoda, relajada o... más libre.

No lo sé.

El abrazo de Paige fue tan fuerte que aún puedo sentirla. Me estrujó tan fuerte al despedirse que verdaderamente sentí su amor hacia mí. Sonrío levemente.

Insistió muchísimo en quedarse, pero su madre está enferma y le dije que fuera a cuidarla. Que estaría bien. Se negó muchas veces, pero la conozco, y al final terminó accediendo y marchándose a su casa —a regañadientes—, pero marchándose, al fin y al cabo.

Conociendo a mis padres, sé que llegarán de madrugada y no me apetece estar sola; tampoco es como si ellos fueran a hacerme algún tipo de compañía. Y... se me escapó pedirle a Zack que se quedara conmigo. Me hizo sentir más calmada cuando dijo que sí.

Él está tendiendo un saco de dormir que estaba dentro de mi armario. La idea de que duerma ahí no me gusta mucho, en mi opinión, mi cama es muy grande para los dos. Además, el piso está tan lejos...

Antes de salir del baño y sacarme la camiseta, noté el gran hematoma que se me está formando en el estómago. Aún duele, pero Zack me ayudó a que no lo hiciera tanto untándome una crema que consiguió dentro del botiquín. De algún modo, se siente como algo nuevo con lo que tengo qué cargar.

Detallo la espalda de Zack mientras termina de acomodar los últimos detalles de su cama improvisada. El cabello oscuro le cae sobre sus ojos y tiene la boca fruncida mientras estira una de las esquinas del saco. Parece sumamente centrado en su labor.

Con una pequeña sonrisa, desvío la mirada y la enfoco en el cielo nocturno que cae tras mi ventana. La oscuridad predomina y parece que solo hay pequeños destellos en lo más alto... Me abrazo a mí misma, frotándome los brazos.

Siento una mirada pesada en mi perfil. Cuando me giro de vuelta, Zack está viéndome con la cabeza ladeada. Mi corazón se encoge al verlo y no sé que ve con exactitud en mi expresión, pero cuando se sienta en la cama y abre sus brazos en mi dirección, no me lo pienso.

Acorto la distancia entre nosotros y voy hasta donde está. Me acoge en su regazo y enredo mis piernas alrededor de su cadera, rodeándole el cuello con los brazos. Esto me gusta. Suelto un gran suspiro y juego con el cuello de su camisa distraídamente.

Deja un beso en el lateral de mi cuello. No ha dejado de hacer eso; es como si quisiera borrar el rastro del desconocido de mi piel.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

Mis pulmones vuelven a llenarse de aire cuando asiente con la cabeza. Me apego más a él.

—¿Qué quieres ser de grande?

Creo que es la pregunta que menos se esperaba que hiciera en este momento, pero quiero saberlo. Tengo una idea en mente, pero necesito que él lo diga.

Casi puedo verlo fruncir el ceño por lo repentina que he sido, pero igual me responde luego de pensárselo.

Carraspea.

—Quiero ser artista y tener mi propia galería de arte. Crear obras significativas y mostrárselas al mundo. Quizás invitar a gente importante para que pueda verla y darme su opinión. No sé. Sería cool.

Imaginarlo así me hace sonreír contra su piel.

—Lo sería, sí —concuerdo con él.

—¿Por qué la pregunta?

—Curiosidad.

Se remueve y de algún modo, se las arregla para acomodarme frente a él y así poder verme el rostro.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora