Capítulo 39

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Zack

Hoy es la dichosa feria anual.

El ambiente está cargado de diversión y euforia. Niños corretean por aquí y por allá. Los adultos están más que fascinados por la decoración del lugar. Después de lo sucedido, Paige no volvió a venir para ayudar. Dejó de interesarle lo del trabajo social. Lo primero en lo que decaigo al entrar, son los banderines azules que cuelgan de los extremos. Trago saliva al imaginarla en la mitad del pasillo colgándolos del techo.

Ha pasado una semana desde aquello. Y la ausencia de Adelaide es cada vez más notoria en mi vida.

Trato de mezclarme con los demás; de fingir que estoy tranquilo y cero preocupado por esta situación. La verdad es un poco complicado.

No tenía ganas de venir, pero con Paige habíamos decidido hacerlo para ver si podíamos averiguar algo. Nos separamos. Ella está en otra parte más concurrida de la escuela. Yo estoy vagando por los pasillos para ver si consigo ver algo.

Al pasar por una aula, decaigo en el interior del salón. El profesor Jensen canturrea y una expresión de satisfacción recorre sus facciones. Sus comisuras están arriba. Jamás lo había visto tan contento. Suele ser muy amargado. Al principio creo que está solo porque solo ojea unos papeles, pero eso cambia cuando el profesor Clark aparece en mi campo de visión.

Me pego al marco de la puerta para verlos mejor.

El señor Clark tiene la mandíbula apretada, mientras Jensen solo incrementa su sonrisa. Clark apoya los puños sobre el escritorio.

—¿Por qué estás tan feliz? —escupe éste—. ¿Te has ganado la lotería y no me he enterado?

A Jensen esto le causa gracia. Aparta los papeles y se inclina hacia delante, acercándose al rostro de Clark. Se relame los labios, con diversión.

—¿Oíste lo de la desaparición? —Ríe, mirándolo—. Wylie por fin ha decidido escapar.

Quiero golpearlo y borrarle esa sonrisa de satisfacción de la cara. La manera en que lo ha dicho deja muy en claro su opinión sobre ella. Aprieto los labios para contenerme.

Clark enarca una ceja, incrédulo.

—¿Estás feliz porque una de tus estudiantes desapareció? —pregunta, con el ceño arrugado—. Debe ser una jodida broma.

Se acerca más a su rostro. Casi parece un reto.

—Conoces a la perfección el motivo de mi felicidad —espeta.

Se aleja de un tirón de él. Se peina las patillas negras y se acomoda los lentes como si quisiera recomponerse. Clark mantiene sus ojos fijos en él. La nuez de su garganta se mueve cuando traga saliva.

—Estás loco —masculla, llevándose los dedos al puente de su nariz—. Al menos deberías disimular tu repentino ataque de risitas.

—¿Por qué debería? —replica Jensen, con burla—. Esa chiquilla por fin ha abandonado la ciudad. Wylie se ha ido.

Clark aprieta los dientes, negando con la cabeza.

—Lo dices como si ella te hubiera hecho algo.

Esa vez no pronuncia palabra, solo esboza una amplia sonrisa. Lo cual es suficiente para que el profesor Clark golpee el mesón y se aleje de él. Doy un respingo y me escondo detrás de un muro cuando sale del salón dando un portazo.

Se marcha con rapidez. Lo pierdo de vista cuando gira en una esquina. Me saco el celular del bolsillo, pero me quedo quieto al ver mi fondo de pantalla. En medio de todo este desorden de emociones, me encuentro sonriendo. Dentro de ese horrendo caos, ella consigue que sonría. Adelaide cambió mi fondo de pantalla en Navidad, cuando subí hasta llegar a su balcón. Es una foto preciosa; probablemente porque ella sale ahí. Sonríe a la cámara de mi celular con los ojos brillantes, mientras yo le doy un beso en la mejilla. Había estado tonteando con mi teléfono esa noche. No me di cuenta de que estaba tomando la foto, por eso salió un poco borrosa. Capturó el momento exacto sin saberlo. Luego cambió mi fondo de pantalla y puso esa foto. No lo he cambiado desde entonces, y tampoco pensaba hacerlo.

Suspirando, busco el contacto de Paige entre mis contactos para llamarla. Su celular repica tres veces antes de que ella responda.

—Creo que tengo algo. —Es lo primero que digo.

—Baño de chicas, segundo piso.

Me cuelga y yo guardo mi celular dentro de mi bolsillo antes de buscar las escaleras. El segundo piso está despejado casi por completo. Me aseguro de que nadie me vea y me escabullo hasta el dichoso baño. Paige ya está dentro, mirándose en el espejo.

—Gran lugar para charlar —mascullo.

Sacude la mano en el aire.

—Nadie viene casi aquí. La luz del baño de abajo es mucho mejor que esta. —Se gira para verme—. ¿Escuchaste algo?

Asiento, tragando saliva.

—¿Desde cuando el profesor Jensen desprecia tanto a Adelaide?

La pregunta la pilla desprevenida. Arruga el entrecejo, pero se lo piensa por un momento. Chasquea la lengua.

—Pues... hace tiempo ya —responde—. Creo que desde hace más de dos años.

—¿Nos sabes por qué? —indago.

Se queda en silencio, vagando en sus recuerdos. Suelta un suspiro.

—Fue muy repentino. Pressley le agradaba, hasta que un día cambió de pronto con ella. No ha dejado de tratarla mal desde entonces. Terminó haciéndose costumbre. ¿Por qué me preguntas esto? ¿Qué escuchaste?

Apoyo los codos en el lavamanos, saboreando lo que ha dicho.

—Jensen está muy sonriente esta mañana, y se debe a la desaparición de Adelaide. Clark lo ha enfrentado; creo que esos dos... tienen historia.

La rubia rueda los ojos.

—Odio a ese sujeto —replica—. Antes eran muy amigos, luego se distanciaron y ahora solo se conforman con ser compañeros de trabajo. Me pregunto qué sucedió ahí.

Aprieto los labios en una dura línea.

—Jensen prácticamente estaba canturreando por su desaparición. Aunque asegura que se escapó...

—Igual que la mayoría. —Termina por mí.

—¿Crees que tenga que ver con ella? —pregunto, en voz baja—. Adelaide es la alumna preferida de Clark, en cambio, Jensen la detesta. Quizás...

—Creo que es exactamente eso el motivo de por qué tanto odio hacia ella. Nunca lo había pensado de ese modo —admite—. Si ellos se desprecian entre sí... es probable que detesten a quienes sí les agradan al otro.

—Puede ser.

—¿Viste a Derek por algún lado? —cuestiona.

—No, ¿y tú?

Niega.

—Creo que no vino.

Hemos venido por nada entonces. El punto de esto era ver si lo que hacía era sospechoso, o ver si sus movimientos nos guiaban a alguna parte, pero él no está aquí. Y por ahora es el único sospechoso que tenemos. Es lo único a lo que puedo aferrarme para dar con ella. Aunque lo de Jensen me ha dejado un sabor agrío en la boca...

—¿Sabes dónde vive? —inquiero.

—No tengo ni idea —articula—. Derek no suele ser muy sociable. La mayor parte del tiempo está solo.

—Creo que nunca lo he visto hablando con alguien —susurro.

Paige se muerde el interior de la mejilla.

—Yo sí —confiesa—. Con Pressley.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora