Capítulo 44

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Gruño un poco cuando se me cae de las manos mi zarcillo. Cuando estoy muy aburrida, lo saco de mi oreja y me dispongo a observar los pequeños brillantes que envuelven a la perla.

Suspirando, me agacho y me estiro debajo de mi cama para alcanzarlo, al no sentirlo, pego mi oído al piso para verlo. Frunzo el ceño al decaer en algo más. Cierro la mano entorno a ello y lo saco de ahí junto a mi pendiente. Al volver a ponerme de pie y abrir mi mano, jadeo.

—Jess, ¿qué es esto?

Empalidezco al detallar la figurilla en mi palma. Es un unicornio de juguete, con el pelo rosado, el cuerpo blanco y el cuerno dorado. Es idéntico al de ese día, al que Melody me enseñó esa vez, mientras la peinaba en el camerino. Por eso me resultó conocida, porque...

—¿De quién es? —pregunto, en voz baja.

Jessica se incorpora sobre su colchón. Se pone de pie al ver lo que tengo en la mano, eleva las cejas al apreciarlo mejor.

—Lo había olvidado —admite, acercándose—. Una chica lo trajo aquí, solo estuvo una noche...

—¿Cómo se llamaba? —la corto, con la respiración acelerada.

—Lissie —susurra—. Se llamaba Lissie.

Mi corazón se encoge.

—No puede ser —murmuro, sentándome y observando la figurilla—. No...

—¿Estás bien? —cuestiona, sentándose a mi lado—. ¿Qué sucede?

—¿Lissie estuvo aquí?

Se ve muy confundida justo ahora. Se aclara la garganta antes de asentir.

—Sí..., solo fue una noche —tantea, con el gesto arrugado—. Cuando desperté al siguiente día, ya no estaba.

—¿No te dijo nada?

—No fue muy comunicativa conmigo.

Observo la figurilla en la palma de mi mano. De pronto, la ira se cuela por mis venas, todo se mezcla; la rabia, la impotencia, el dolor. Aquello que estaba dormido despierta de un tirón, sintiéndose como un enorme remolino en mi pecho. Melody tenía una figurilla idéntica. Lissie tenía una la noche antes de saltar por el balcón.

Esto no puede significar un patrón. No.

—¿Cómo consigue inmiscuirse en todo? —susurro, apretando los labios—. ¿Cómo es capaz de terminar con algo sin sentir nada?

—Pressley... —intenta Jess, al ver que me acerco a la puerta peligrosamente.

—No —espeto, golpeándola con mucha fuerza—. No está bien. Él no puede ir por la vida sin sentir culpa. ¿Cómo es posible hacer eso? No es justo.

—Tienes razón, pero no creo que esto sea lo correcto. Yo...

—He pasado los dos últimos años de mi vida intentando arreglar algo que estaba roto en mí. Algo que por más que intentaba, no podía reparar; era como una enorme fisura en mi corazón que no dejaba de sangrar, y ahora... ¿él hace esto?

—Pressley, deja de tocar la puerta —pide—. Estás lastimada. Vas a hacerlo molestar.

—¡Yo estoy más molesta que él! —exclamo.

Quiere decir algo más, pero entonces ambas escuchamos la puerta abrirse. Tengo la respiración acelerada y debería preocuparme lo que he hecho, pero me he contenido demasiado. Siento que voy a explotar si no digo algo.

Izith se detiene en el umbral, con los brazos cruzados. Y es... tan horrible. Es la persona que más detesto en el mundo entero. Me lo quitó todo. A mi hermana, a mi familia, a mi amiga... Me alejó de las personas que amo y está privándome de mi libertad. Me lo arrebató todo. Me hizo odiarme a mí misma porque no podía verlo; su recuerdo me perseguía constantemente y no me dejaba dormir. No me permitía vivir. Y ahora él está aquí, delante de mí, sin mostrar ni un ápice de culpa. Tan sereno, tan tranquilo...

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora