Capítulo 26

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Últimamente siento que mi vida es una tragedia. O un musical de Broadway. Con baile. Y plumas. Y tal vez un gran precipicio por el cual podría aventarme.

Llego exhausta del entrenamiento. Mi bolso pesa más de lo normal, o quizás solo soy yo quien lo siente más pesado de lo usual. No han sido días muy buenos. Me quito los pelitos rebeldes del rostro antes de suspirar y abrir la puerta de mi casa, la cual está envuelta en un silencio profundo como es costumbre.

El panorama no es muy diferente. Papá está sentado en su sillón amarillo preferido; intuyo que acaba de llegar del trabajo, pues la corbata aún no abandona su cuello. Ve el partido en la televisión y ni siquiera alza la mirada en cuanto me escucha. Mamá, en cambio, se encuentra en la cocina preparando la cena de esta noche. Por el olor que llega a mis fosas nasales, puedo deducir que se trata de su famosa y riquísima pasta.

Entro a la cocina.

—Hola mamá.

Ella levanta la mirada por una milésima de segundo antes de volverla a enfocar en la comida.

—Hola, ¿qué tal el ensayo?

La verdad no muy bien. Estoy muy desconcentrada últimamente y no puedo enfocarme en los movimientos, o hacerlos tan bien como quisiera. Tengo mucho encima y este es de los últimos de mis problemas, para ser sincera. Aún así, no quiero que ellos se den cuenta de que algo va mal. No quiero volver a escuchar que estoy siendo paranoica o que lo exagero todo. Lo mejor es fingir normalidad y es por ello que debo seguir asistiendo a los ensayos. Mamá ha empezado a sospechar.

—Bien, estuvo bien.

Por suerte mamá nunca pregunta nada más que eso.

—Me alegro —comenta, agregando sal a la pasta. Chasquea la lengua como si recordara algo—. Hace poco llegó Paige, y... un muchacho.

—¿En serio?

—Están en tu habitación —dice sin más.

No creí que volverían tan pronto. Ayer fue el día en el que le confesé a Zack todo sobre el accidente. Todo. La voz se me quebró varias veces y fue algo complicado, pero logré hacerlo. Y él cumplió con lo que dijo escuchando cada palabra. Luego de ello no tenía las fuerzas para contarle a Paige todo lo demás. Así que mencioné que lo hiciéramos hoy, pero la verdad no creí que vendrían.

Me giro y dejo a mamá en la cocina, encaminándome hasta las escaleras.

Veo de reojo la habitación de Maggie al pasar. Está dirigiéndose hacia ella con la vista fija en el móvil. Ni siquiera ha notado que estoy observándola. Ella se detiene en cuanto choca conmigo. El impacto la hace detenerse y fijarse en su alrededor.

—Oh, lo siento.

Sonrío.

A veces me sorprende ver cuánto ha crecido. Ya no es la niñita que usaba tutú todo el día para andar en casa, o la que se ponía un montón de collares alrededor del cuello solo porque así sentía que se convertiría en una princesa. Ya ha crecido. Qué nostálgico es pensarlo.

—Está bien. Solo fue un choque —digo, restándole importancia y tamborileando un dedo en mi cintura—. ¿Qué hacías?

Tiene el cabello castaño recogido en un chongo y viste una de sus pijamas de cuadros. Se quita los audífonos y los deja colgando del celular. Esboza una sonrisa ladeada.

—Miraba una película de Barbie.

—¿En serio? ¿Cuál?

—"Barbie: escuela de princesas" —dice.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora