Capítulo 13

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Muchas preguntas habían rondando por mi mente el fin de semana. Unas, más absurdas que las anteriores y, las otras...

Resoplé. Sí, a la mayoría les había dado una respuesta... ¿acertada? La verdad no tenía ni idea. Estaba entre lo que me decía mi corazón y lo que me decía mi cerebro. Ambos tenían veredictos muy distintos.

¿Zack iba a... besarme? ¿Y, lo más sorprendente, yo iba a... besarlo a él? Nunca creí que llegaría el día en el que yo sintiera esa necesidad.

Todo esto era tan complicado.

Con Henry era diferente, muy diferente. Nunca había sucedido de este modo. Si él me besaba, yo le devolvía el beso, y así. No había más nada, o... nada como esto. Nunca había sucedido esto de acercarme primero.

Me pasé las manos por la cara con frustración. Solté un gruñido. ¿Por qué pensaba tanto las cosas? Debería dejar de taladrarme tanto la cabeza con todas las vueltas que le estoy dando al asunto.

Pero... no puedo.

Es así de simple. No puedo.

¿Me gusta Zack? ¿Más allá... de la amistad?

Me di cuenta de que no valía la pena negarlo ante mí misma.

Así que... sí. Me gustaba Zack.

Creo que siempre lo había hecho, pero nunca me había puesto a pensarlo con tanto detenimiento. Era algo platónico. Como cuando te enamoras de un actor de televisión y sabes que no va a ocurrir nada. Justo así.

Y, por eso, lo que sucedió el viernes me dejó un poco... sorprendida.

Vale, tal vez muy sorprendida.

Nuestra amistad era algo muy importante para mí y no quería arruinarla por estos... nuevos sentimientos que traía encima. Primero necesitaba aclararme la mente.

—¡Pressley, llegarás tarde sino bajas ya! —me gritó Maggie, desde el piso de abajo.

Oh sí, la escuela, la había olvidado por completo por el debate interno que estaba teniendo conmigo misma.

—¡Ya voy! —vociferé de vuelta.

Me puse de pie de un salto, y me alisé la falda con rapidez. Caminé hasta pararme al frente del espejo y fruncí el ceño.

—¿Amarrado o suelto? —pregunté a la nada, jugando con mi cabello y torciendo la boca—. Espera, ¿dónde está mi cola de pelo?

La busqué por todos lados y al final suspiré, dándome por vencida.

—Será suelto.

Me colgué la mochila de un hombro y acomodé algunos pelitos rebeldes antes de bajar las escaleras. Tengo el presentimiento de que hoy será un día largo.

—¿Mantequilla de maní o mermelada? —se preguntaba Margareth, en el comedor, como si su vida dependiera de esa decisión.

—¿Mermelada? —intenté, acercándome y tomando un cuchillo para empezar a untar mi sándwich. Me puso mala cara al ver cómo yo elegía la mermelada para mi desayuno.

—Es un poco tarde —mencionó, devolviendo su vista a los frascos.

—He captado la indirecta.

Sus comisuras subieron, aunque quiso evitarlo. Tras darle el último mordisco a mi pan, volví a arreglarme la mochila sobre un hombro. Me despedí de ella y salí de la estancia un minuto después. Solo me bastó dar un par de pasos en el exterior para que el aire frío me invadiera por completo.

Me detuve en la acera por un segundo, solo para sacar la sudadera que había guardado en mi mochila, antes de salir de mi habitación.

Fue ahí cuando lo sentí.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora