Capítulo 34

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—No quiero ir.

—Vamos, Press —insiste Paige, logrando cada vez convencerme más. Casi puedo ver el mohín que está haciendo—. Será solo por una hora. Una hora, ¿qué tanto puedes perder?

—Estoy de vacaciones —agrego, mirando el techo de mi habitación con la boca fruncida—. Además, solo faltan unos días para Año Nuevo, ¿para qué quieren nuestra ayuda?

—Somos estudiantes de último año —me recuerda—. Es trabajo social, y... por las fechas, nos darán el doble de reconocimiento. Nos quedarán menos horas. Vamos, Pressley. No quiero ir sola.

Gruño, pensándomelo.

—Si trabajamos juntas no irá mejor —menciona—. Acompáñame.

—Mmh...

—No puedo ser Pinky si Cerebro no está conmigo.

Suelto un suspiro y me restriego los ojos con una mano.

—Sabes cómo manipularme, rubia. —Vuelvo a suspirar con fuerza. Ya me he dado por vencida—. Está bien, iré.

—¡Sí! ¡Gracias! —exclama con emoción. Sonrío por eso—. Ya verás, no será tan fastidioso si tú estás ahí.

—Creí que la parte de manipularme había acabado.

Ríe.

—No seas boba. Me lo agradecerás en enero, cuando ya no tengas que hacer casi nada para poder graduarte.

—Eso lo veremos —alego, levantándome de mi cómoda, grande y linda cama.

Ya la extraño y no me he ido aún.

Paige carraspea.

—¿Estás pensando en lo cómoda que es tu cama justo ahora, no? —indaga, con diversión en la voz.

Pongo mala cara.

—Te detesto por esto, rubia.

—Me darás las gracias luego. ¡Nos vemos!

Me corta la llamada antes de que pueda arrepentirme. Despego mi celular de mi oreja y resoplo, encaminándome a mi armario para vestirme.

Mi plan de dormir todo el día se ha echado a perder.

***

—Quiero irme.

—Oh, vamos. No hemos ni cruzado la puerta.

Gruño y no intento detenerla cuando me arrastra a la entrada de la escuela. Paige está de tan buen humor que ni siquiera lo entiendo; parece un sol brillante que irradia rayos de luz y vomita arcoíris. Hemos venido a preparar la escuela para una feria que se hace para recibir el Año Nuevo. Es el primer evento del año y siempre me ha gustado. Probablemente eso era porque jamás había tenido que venir para preparar dicho evento.

Es una feria muy linda, en realidad. Las puertas del colegio se abren para todo el mundo y en cada salón se reparten diferentes clases; de artesanía, pintura, tejido, cocina... y muchas cosas más. Los pasillos se llenan de vendedores y animadores infantiles. A los niños se les pinta la cara y pueden pasarse el día saltando en los trampolines que colocan en el patio si ellos quieren. Hay buena música y el ambiente es muy cómodo.

Pensar en el evento me hace sonreír. Quizás no sea tan malo.

Atravesamos el pasillo y llegamos al salón de actos, el cual está lleno de cajas hasta el borde de decoraciones. Hay tantas cajas que las sillas ni siquiera pueden verse.

Suspiro internamente. Será un día largo.

El director está de pie en el centro, con varios alumnos a su alrededor. Me tenso un poco al verlo y recordar nuestro último encuentro. Su postura sigue siendo tan rígida como la última vez. Tiene las manos entrelazadas y da una charla acerca de la gran feria. Balbucea sobre lo importante que es, lo significativa...

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora