Capítulo 45

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Supe que este día sería diferente en cuanto abrí los ojos. Lo primero que vi, fue el viejo techo del cuarto en el que estábamos.

Fue igual que cada mañana, aunque muy distinto a la vez. Un revoltijo se apoderó de mi estómago al percibir aquello en el aire. La sensación no me gustó.

Me giré para ver a Jessica, y me calmé en cuanto la vi dormida, con su colchón pegado al mío, en el piso. 

Hace un par de semanas que ella duerme ahí. Desde que se despertó en mitad de la noche y arrastró su colchón para hablar conmigo, para ser más exactos.

No tengo idea de qué hora es. No hay rayo de luz asomándose por las tablas de madera, pero es de día. Quizás el cielo esté nublado.

Me pongo de pie para ver por el espacio que se asoma entre las tablas de madera, pero me detengo cuando escucho la cerradura de la puerta. Me devuelvo a mi lugar con rapidez. Pego la espalda a la pared antes de que la puerta se abra.

Izith se asoma por ella.

Me he negado a llamarlo como antes lo hacía. La persona que yo conocía no existe en realidad, por eso no soy capaz de llamarlo de ese modo. Y sobre todo después de su confesión respecto a lo de Cassie; ya no hay vuelta atrás con todo esto. No puedo verlo con los mimos ojos. Contengo la respiración cuando recorre con la mirada el cuerpo de Jessica hasta decaer en mí.

—Quiero hablar contigo —dice.

Mi corazón salta en mi pecho al ver que se hace a un lado. Asiento y salgo de la cama porque hacerlo molestar podría ser muy malo para mí. Aún me duele el cuerpo por sus golpes anteriores. Me acerco a él.

—¿Puedo salir? —pregunto con incredulidad al ver que está ofreciéndome el paso.

No he salido del cuarto desde que llegué aquí. No sé si hacerlo ahora sea una buena idea. Sin embargo, no creo que tenga más opciones, simplemente me empuja fuera y cierra la puerta.

Enseguida escucho algo que me pone los pelos de punta. Contengo la respiración. Me doy la vuelta, observando con detalle lo que lleva en la mano. Jamás había visto una arma.

—Intenta algo, y no solo te dispararé a ti —escupe, apuntándome sin titubear—. También la mataré a ella.

—No haré nada —susurro, sin dejar de ver la pistola.

—Más te vale.

Se mueve dentro del espacio sin dejar de apuntarme. Desde fuera, la puerta de nuestro cuarto se ve normal, aunque los seguros que tiene te hacen querer detallarla un poco más. Además, por fuera es como cualquier otra puerta, pero por dentro la madera está reforzada para que no podamos romperla. Creo que alguien intentó hacerlo y por eso él tomó esa medida.

Inspecciono mi alrededor para grabar cada detalle en mi memoria. Las cortinas están cerradas, por lo que no puedo ver nada del exterior. Probablemente pensó que sería lo primero que haría. La puerta principal tiene tranca, pero podría quitarse con facilidad si me acerco. Ahora ya sé cuál es el sonido que siempre escucho en la mañana. Es la tranca siendo quitada por él para salir.

Eso significa que él deja la casa cada día por un lapso de tiempo.

Tiene un escritorio de madera con lápices y rotuladores esparcidos por todo el espacio, con un computador en el centro dándome la espalda. Cerca de mí hay dos muebles púrpuras con una mesa redonda en el centro; hay una revista con una chica en traje de baño en la portada, junto a un vaso de jugo y un plato de galletas.

Mi estómago ruge por ello. Tengo hambre y ver eso ahí no ayuda en nada con mi apetito. No es muy generosos con la comida. Él me rodea y se sienta en el sofá delante de mí, con la mano puesta en el gatillo.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora