Capítulo 25

19 4 1
                                    

La alarma suena y no hay sonido que deteste más que ese. Gruño en protesta y saco un brazo de debajo de la manta para apagarla. A rastras, consigo quitármela de encima y levantarme. Me anima que dentro de poco tiempo tendré vacaciones.

Hoy me he levantado más temprano de lo usual. Lissie me ha citado en la azotea antes de la primera clase y no pienso perderme esa conversación por nada del mundo. Me alisto lo más rápido que puedo, no hago mucho, a decir verdad. Me decido por unos vaqueros y un suéter lila arriba de un top tejido. Me calzo mis confiables converses negras y por último, me aplico un poco de máscara de pestañas.

Después de colocarme mi diadema blanca, bajo junto al Señor Guantes, quien me sigue hasta bajar las escaleras y se separa de mí en cuanto visualiza su plato de comida. Giro los ojos con diversión y cruzo el umbral de la cocina. Saludo al aire, pues nadie responde. Me encojo de hombros y voy hasta la barra, donde agarro una manzana de la cesta. He decidido que hoy también compraré el desayuno.

Me despido de ellos y solo logro escuchar un pequeño y casi inaudible adiós de parte de Maggie. Le acaricio la cabeza a mi gato antes de irme, el cual ronronea en respuesta. Sonrío por eso.

El día está oscuro; las nubes grisáceas amenazan con una fuerte lluvia. Me abrigo mejor y conecto los audífonos para que me acompañen hasta la escuela. Conozco el camino de memoria, por lo cual me permito observar el alrededor en el trayecto.

La escuela es visible desde unos metros atrás, por lo cual me sorprende el grupo que está aglomerado en la entrada. Es temprano para ver a tanta gente. Tuerzo la boca y apresuro mis pasos.

Al llegar a ellos, me pongo de última entre los demás. Frunzo el ceño al no apreciar nada y trato de buscar una cara conocida entre la multitud, por suerte Ashley también está dentro del montón. Me aproximo a ella tras dudar un poco.

—Ashley, ¿qué es lo qué pasa?

No me responde. De cerca puedo notar la palidez de su rostro mientras mira hacia el cielo. Me observa por un segundo antes de temblorosamente levantar un dedo y señalar un punto en específico.

Sigo la dirección de su dedo y entonces lo entiendo. Me siento empalidecer de pies a cabeza, porque lo que todos están mirando es la azotea de la escuela. Más específicamente, quien se encuentra sobre la barandilla.

Lissie.

—Mierda.

No me quedo a ver el espectáculo, como  puedo me abro paso entre la multitud y consigo llegar a la puerta principal. La abro con brusquedad y lo próximo que sé es que estoy corriendo por el pasillo en busca de las escaleras.

El corazón me late muy rápido. La confusión se apodera de mí pero no me permito pensar en otra cosa que no sea llegar hasta la estúpida azotea. Me encuentro subiendo las escaleras a toda velocidad y maldiciendo por lo largas que son. Mis pisadas resuenan y me taladran los oídos.

Consigo llegar a la última planta del edificio en tiempo récord. Empujo la puerta con fuerza y me quedo de piedra al observarla dar un paso más hacia delante.

El sonido de la puerta abriéndose hace que gire la cabeza para ver de quién se trata. Por un segundo, parece que no puede creer que yo esté aquí. Abro la boca y observo el panorama completo; está tan cerca de la orilla que temo acercarme y que ella de un paso más. Trago saliva.

—¿Qué estás haciendo? —logro pronunciar.

Su pelo castaño vuela por el viento que lo sacude. Sus ojos oscuros me observan, y cuando lo hacen, puedo notarlo. Ha estado llorando. Lissie niega con la cabeza, torciendo la boca en un gesto triste.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora