Capítulo 49

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Paige

¿Y quién se supone que es Izith? —pregunto, con el ceño fruncido—. Suena como nombre de personaje de videojuego.

Zack no me presta atención, solo sigue ojeando las páginas con esmero. Señala algo con el dedo que no me muestra. Creo que está en algún tipo de trance. Dave está parado en el centro de mi habitación de brazos cruzados y confundido.

Carraspea, cerrando los ojos. No, sin duda la información no ha sido asimilada todavía.

—Están diciéndome que todo este tiempo... ¿ustedes dos sabían que Pressley estaba siendo acosada? —Su expresión se horroriza y termina dándose la vuelta—. ¿Por qué no me lo dijeron?

Hago una mueca y termino poniéndome de pie para acercarme hacia donde está. No tardo en rodearlo con mis brazos por atrás. Él no dice nada por un par de segundos, solo se queda ahí. Recargo mi mejilla en su espalda tras suspirar.

—Ella no quería que muchos supieran —susurro.

—Pero podría haber hecho algo también —replica, girando en mis brazos. Deja sus manos sobre mi cintura como un auto reflejo. Se muerde el interior de la mejilla y clava su vista en un punto detrás de mí. Traga saliva—. Por eso es que él está así, ¿no? Por eso ahora sus cuadros son oscuros y sin colores.

Asiento con lentitud, y al oírlo soy consciente de que tiene razón. Mucha razón, en realidad. Me separo al decaer en uno de los cuadros que llama mi atención con fuerza. Lo recojo del piso y lo levanto para poder apreciarlo bien. Mi corazón se encoge al entenderlo.

Hay una silueta de una chica en medio; ella es lo único colorido en el cuadro entero. La chica está de espaldas y da la sensación de que está dando un paso hacia delante. Su alrededor son un montón de árboles, arbustos y sombras, que han sido pintadas muy deformes y parece que el bosque oscuro está cerniéndose sobre ella; casi como si la estuviera obligando a adentrarse en él. El cielo está teñido de un vino tinto muy oscuro, fundiéndose casi por completo con el negro de los árboles. No hay nubes, ni rayos del sol, solo una chica que da la impresión de estar caminando hacia delante porque no hay más camino que seguir.

—Soy un idiota —musita Dave al ver el cuadro—. Prácticamente le dije que se diera por vencido con ella. Debe estar odiándome. —Suspira, luciendo arrepentido en verdad—. Es que... no me gusta nada verlo así.

—Zack no podría odiarte —digo, dejando el cuadro en su lugar—. Solo está tratando de dar con su paradero...

Antes de que pueda terminar, él ya está abrazándome. Sonrío levemente y escondo mi cara en su pecho. Respiro hondo y cierro los ojos sin darme cuenta. Abrazarlo es como abrazar a un osito gigante. Quizás sea porque yo soy muy pequeña.

—¿Y tú? —cuestiona, abrazándome con más fuerza—. ¿Cómo estás?

Me lo pienso por un segundo.

—Quiero que esto acabe —murmuro, con voz temblorosa—. Quiero que Pressley vuelva. No es lo mismo sin ella.

—Ella va a volver —asegura, y no sé por qué, pero escucharlo decirlo hace que el aire vuelva entrar a mis pulmones. Deja un beso en mi sien—. Va a volver porque las personas más maravillosas están esperándola con los brazos abiertos.

Le agradezco por eso. Me separo un poco, y al decaer en que he derramado un par de lágrimas, ladea la cabeza y me limpia las mejillas con los dedos. Sus ojos negros están cargados de sinceridad cuando pronuncia:

—Va a volver.

—Lo sé —respondo, aunque ni yo sé si es cierto. Tomo una gran bocanada de aire, asintiendo—. Ella va a a volver.

Tal vez, si lo digo mucho, se haga realidad. Debería lanzar una moneda a la fuente de los deseos. Quizás una no sea suficiente.

—Chicos —susurra Zack, atrayendo nuestra atención. Me congelo cuando veo su expresión—. Tienen que leer esto.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora