Capítulo 9

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Me seco el sudor con la mano y tengo cuidado de no regarme el maquillaje. Las luces de colores y el suelo inclinado me habían dejado un poco aturdida, pero no era nada que no pudiera controlar. Veo de reojo al otro grupo que está a punto de pasar. Luce nervioso; algunos de ellos se muerden las uñas y otros, se esmeran en repasar mentalmente la coreografía una y otra vez. Están vestidos completamente de rojo, y sus vestuarios lucen muy llamativos debajo de las luces que iluminan el escenario.

—¿Cómo te sientes? —cuestionó Jake, acercándose y despeinándose en el acto, dejando volver a ser libres a sus rizos dorados.

—Bien —respondí, mirando el escenario todavía—. Creo que salió bien, ¿tú qué dices?

—Coincido contigo.

Sentí su mirada clavada en mi perfil, así que me giré a mirarlo, dejando de lado la tarima.

—¿Qué? —No pude evitar preguntar.

—No sigues pensando en eso, ¿cierto?

Supe de inmediato a qué se refería. Lo sucedido hace un par de ensayos. Negué con la cabeza lentamente.

—En realidad, estaba pensando en otra cosa.

Como mucho, últimamente. Pienso en los dos boletos que conservaba en mi bolso todavía. Había invitado a mis padres a asistir y dijeron que se lo iban a pensar. Al final no me dieron una respuesta. Simplemente lo ignoraron. Fui ilusa al pensar que sí vendrían. Nunca les fascinó la idea del baile. Ni de mí. Ni siquiera debí haber preguntado.

—No vinieron, ¿verdad?

Suelto un suspiro y como supongo ya se esperaba, niego. Me apresuro a volver mi vista al escenario. La otra agrupación está a punto de finalizar su presentación.

—Está bien. No es tan importante —acepté, en un hilo de voz.

No insistió, y yo terminé marchándome al camerino. Volví a secarme el sudor, pero con una toalla de papel esta vez. Bebí un sorbo de mi botella y me sobresalté un poco al oír los gritos de emoción de mis demás compañeros. Si antes no estaba segura de que la presentación había salido bien, ahora podría poner mi mano al fuego por ello.

Antes de que pudiera sentarme, una diminuta rubia de traje azul entró corriendo y se detuvo en el centro del lugar. Sus ojos verdes inspeccionaron el área y sonrió enormemente al encontrarme. No dudó en abrir sus brazos y lanzarse sobre mí para abrazarme.

—¡Pressley! ¡Estuviste asombrosa!

Sus pequeños brazos se apretaron a mi alrededor. Solté una risa antes de abrazarla devuelta.

Cuando se separó, lucía sorprendida por mi vestuario y empezó a toquetearlo con las manos. Yo fruncí el ceño al mirar su cabello rubio sin peinar.

—¿Por qué no estás peinada aún?

Levantó la vista y su boca se frunció.

—Las madres están muy ocupadas —respondió.

Ni siquiera le pregunté por su madre. La señora Kylie no había venido a muchas presentaciones, y supuse que hoy no asistiría. No tuvo que pedírmelo. Me puse de pie y fui tras de ella a su camerino. Se sentó en una de las sillas frente al espejo. Tomé su cepillo y me tomé la libertad de peinarla.

Cuando estaba a medio camino, escuché una pequeña risa brotar de ella. Subí la vista a su reflejo en el espejo y la visualicé con el puño cerrado.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora