Capítulo 30

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Mi día en el colegio no fue tan malo como creí que sería. Sorprendentemente, todos han sido amables conmigo. Incluyendo a Chloe —probablemente esa es la parte que más me sorprende de hoy—. No me lanzó ni una mirada despreciable en todo el día. Estoy casi segura de que ha roto un récord mundial.

Hoy ha sido el último día de clases por este año. Ya nos han dado vacaciones por las fiestas y no podría estar más satisfecha por eso. Me he librado de ir a aquel tormento lleno de adolescentes hormonales, lo cual es un alivio.

Hago mi caminata de la victoria hasta mi habitación; la cual consiste en dar saltitos y sacudir la cabeza como si estuviera endemoniada. Al llegar, dejo el bolso tirado en un rincón cualquiera. No tendré que verlo hasta que volvamos a clases, así que no me importa su paradero. Paso por mi estante y veo de reojo el trofeo que obtuve ayer en la competencia. Sonrío de medio lado antes de ir al baño.

La casa está en silencio. Lo cual significa que ni mis padres ni mi hermana están. Repaso la fecha del día de hoy en mi mente mientras inflo mis mejillas. Chasqueo la lengua. Sí, hoy Maggie tiene partido; supongo que habrán ido a verle. Asumo que se pasarán toda la tarde fuera.

Me cambio de ropa y quedo en un pantalón holgado de algodón y una camisa de tirantes. No es mi mejor outfit, pero no tengo planeado salir. Al contrario, el dúo imparable se ha propuesto venir a mi casa.

Zack me ha dicho que se demoraría un poco porque está viendo su última clase de dibujo por este año. Me muero de ganas por preguntarle cómo le ha ido. Planeo hacerle un interrogatorio en cuanto llegue. Me encanta cuando habla de su arte. Por otro lado, Paige ha ido hoy al dentista, pero prometió que vendría al terminar. Así que, por ahora, la casa es solo mía. Es raro que se sienta tan vacía cuando ellos no están. Me he acostumbrado tanto a que ambos estén aquí que ahora es extraño.

Me acuesto en mi cama y dejo caer mi cabeza sobre la almohada. Miro el techo de mi habitación. Vuelvo a inflar mis mejillas y dejo mis manos sobre mi estómago. Los párpados empiezan a pesarme luego de un rato y no hago nada para impedirlo. Permito que se cierren y, pronto, me encuentro sumida en un sueño profundo.

***

Me despierto con una rara sensación. Miro el reloj en mi mesita de noche y veo que solo han transcurrido dos horas desde que me quedé dormida. Me pongo de pie sin hacer ningún ruido y salgo de mi habitación.

Mientras cruzo el pasillo, los bombillos empiezan a fallar y a apagarse y prenderse continuamente. Eso me hace detenerme y fruncir el ceño. Observo mi alrededor, pero aparte de eso, todo sigue igual... Qué raro. Nunca había sucedido algo así con la electricidad.

Sigo caminando y me asomo por las escaleras, llamando a mis padres para ver si se encuentran en casa, pero no obtengo ninguna respuesta. No logro ver nada.

Quizás mamá llegó a casa y no la escuché. Sí, probablemente sea eso. Esa opción se borra de mi mente al ver que las cortinas están cerradas. Eso hace que mi corazón salte. Mi estómago se contrae. Mamá odia cerrar las cortinas estando de día. Nunca lo hace, y nunca lo hará. Lo detesta con fuerza.

Una sensación de malestar me invade por completo. El piso de abajo está a oscuras; la luz titilante es lo único que ilumina el lugar. Aunque esta se apaga repentinamente y no vuelve a encenderse. Bajo un escalón para ver si puedo detallar algo más, pero alguien me agarra desprevenidamente por atrás.

Suelto un grito ahogado al sentir una mano cubrir mi boca con firmeza. Me sacudo con frenesí cuando siento su otro brazo apretar mi torso; eso solo ocasiona que me sujete con más fuerza. El desconocido me sujeta de una manera que me impide usar los brazos, aún así, no pienso dejarlo llevarme sin poner resistencia. Intento liberar mi brazo derecho, pero se da cuenta a tiempo y  me toma con más dedicación. Lucha contra mí mientras baja las escaleras sin dejar de apretujarme contra su cuerpo.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora