Capítulo 22

24 4 0
                                    

Cassie.

Me detuve al escuchar su nombre. Mis pies se ataron al suelo, negados a moverse por completo. Pude escuchar los acelerados latidos de mi corazón retumbarme en los oídos. Él, en cambio, emitió una risa ronca y disfrutó verme paralizada.

—Cassie Wylie era una gran chica. Con una extraordinaria personalidad y grandes sueños por cumplir —pronunció, con el atisbo de burla en la neutral voz—. ¿Y qué le sucedió? Su torpe hermana apareció en la ecuación, entrometiéndose.

Negué, aún sin girarme.

—Oh, sí —se carcajeó—. Sí lo hiciste, te entrometiste. La arruinaste.

—No es cierto.

Dio un paso más, haciendo que mi espalda quedara pegada a su pecho. Sentí su pesada respiración en mi cuello, mandándome un escalofrío por todo el cuerpo.

—Lo es, quieras o no —espetó, contra mi oreja.

—No...

—Te pareces mucho a ella; mismo cabello, misma cara, mismo cuerpo. Pero... hay algo en donde fallas —acentuó la última palabra—. Sus ojos no eran azules, ¿cierto?

No respondí.

—Es una lástima que ahora esté muerta, y todo por tu culpa.

—No es... cierto.

Culpa. Culpa. Culpa. Mi culpa.

—Nunca serás como ella, pero... —Enrolló un mecho de mi pelo en su dedo, lo sentí sonreír—. Me sirves.

Me giró de un tirón y sus manos me aprisionaron el cuello inmediatamente. Ahogué un jadeo. No alcanzaba a distinguirle el rostro, solo veía su sonrisa brillante y perversa bajo la gran capucha que lo cubría. El aire empezó a vaciarse de mis pulmones y luché por respirar. Soltó una risa.

—Ey...

Sus manos apretaban cada vez más mi cuello, con odio; estaba enojado. Respirar era más difícil por cada segundo que pasaba. Iba a morir, sentía que me estaba ahogando.

—Despierta, vamos.

Abrí mucho los ojos cuando acercó repentinamente su rostro al mío. Luego levantó una ceja, y me dejó caer en el suelo, soltándome solo por un segundo. En el piso, se colocó encima de mí y volvió a estrangularme con sus manos, aún con esa malévola sonrisa apoderándose de sus facciones.

—¡Adelaide!

Desperté de un tirón, toqueteándome el cuello y respirando con dificultad. El corazón me seguía latiendo a toda velocidad, y es cuando lo escucho, que me doy cuenta de que está hecho pedazos.

—Está bien, está bien —Zack avanza hacia mí, frotándome los brazos con suavidad. Lo miré entre confundida y asustada, tomando grandes bocanadas de oxígeno. Se acerca, y pone una de sus manos en mi cabeza y prácticamente me obliga a esconder mi nariz en su cuello.

No reacciono en seguida. Me toma solo un momento entender qué es lo que está pasando, y cuando lo hago, estoy tan hundida, tan confundida, que lo único que hago, es aferrarme a él. Lo abrazo con todas mis fuerzas y cierro los ojos con tantas ganas, que por un segundo, creo haberme lastimado. Pero sé que no es así, porque el dolor, esta vez, no es externo. Es como si alguien hubiera atado una soga alrededor de mi corazón y se estuviera divirtiendo al apretarla cada vez más.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora