Capítulo 5

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Zack extiende su mano hacia mí, animándome a que la tome. Sé justo lo que piensa cuando vuelve a señalar la noria con la cabeza, en un movimiento casi imperceptible. Frunzo la boca, dudando acerca de eso.

Él camina los pasos que le faltan hasta llegar a plantarse delante de mí con firmeza. Ni siquiera sé qué hace aquí. Debería haberse enojado conmigo o estar pensando que soy una horrenda compañía por haber hecho lo que hice.

Sin embargo, no hace amago de irse a ningún lado. Al menos, no sin mí.

Me da una ojeada y vuelve a extender la mano hacia mí para que la tome. Tras su insistente mirada, termino acercando mi mano a la suya y él la recibe, apretando sus dedos alrededor de la mía. Mi estómago se revuelve al sentir su mano cálida, hace un extraño, pero agradable contraste con la mía, que a diferencia de la de él, está helada.

Me guía a la noria y el señor que trabaja ahí se hace un lado tras haberle dado los boletos. Me siento en uno de los asientos del juego y Zack queda enfrente de mí, en el mismo compartimiento —obvio—. El juego enciende y empieza a moverse con una lentitud no tan pasmosa, pero permitiendo apreciar nuestro alrededor con calma. Respiro hondo un par de veces cuando llegamos al punto mal alto. Vale, esto me tranquiliza.

Cuando el nudo en mi garganta se ha ido, me giro a ver a Zack que me observa desde su lugar. Ni siquiera se fija en el paisaje de atrás, solo mantiene sus ojos en mí.

Creo que espera que diga algo. Que me disculpe, tal vez. Cuando estoy pensando en cómo hacerlo, parece leer mis intenciones en mi rostro, porque entonces dice:

—Ni pienses en disculparte.

Me sorprendo y abro un poco los ojos. Lo ha sabido incluso antes de yo haber abierto la boca. Eso causa una sensación que no reconozco del todo en mis manos. Me detengo y las aprieto en mi costado para evitar levantarlas y que mis dedos cosquilleen. Trago saliva.

—Es que... lo siento, ¿vale? Creo que me he pasado. O... quizás no. Tal vez se lo merecía. Un poquito. Un poquitín. —Lo miro negar con la cabeza, divertido. Giro los ojos, encogiéndome de hombros—. Vale, tal vez se lo merecía. Mucho. Muchísimo. Pero...

—Pressley, no te estoy riñendo nada.

—Lo sé, pero... es que estaba tan molesta, ha sido un impulso. No quiero que pienses que soy así todo el tiempo, es que...

—Pienso que eres increíble.

Me interrumpo a mí misma para verlo, pasmada. Sus ojos no abandonan los míos cuando respiro hondo y obligo a mi cuerpo a que siga ingiriendo oxígeno, porque, a este paso, no llegaré al recital de danza de fin de año.

Él decide continuar.

—Ese tipo se comportó como un gran imbécil. Y, Pressley, si tú no lo golpeabas, sinceramente, ahorita no estuviera tan contento.

Una risa escapa de mí al oírlo.

—Espero que todas sus flechas hayan fallado. —Pongo mala cara al recordar porque estaba jugando—. Espero que no se lleve a Pascal. Pobre de él si fue así.

—En realidad...

Lo miro confundida cuando abre su mochila y saca algo de su interior. Elevo las cejas cuando me doy cuenta de lo que es.

Me le quedo viendo sin poder creerlo.

—Supuse que era importante para ti, y...

Se calla cuando me lanzo a abrazarlo de imprevisto. Él me recibe rodeando mi cintura con fuerza y suelta una risa por lo bajo cuando recuerdo donde estamos y suelto un chillido. Yo también estoy sonriendo. Es imposible no hacerlo estando con él.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora