Capítulo 15

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"Hay un dicho muy conocido. Todos suelen olvidarlo, pero él no"

Ese había sido el segundo y último mensaje que había recibido. Lo había leído cuando me aseguré de que Paige estuviera dormida.

Giré la cabeza para verla.

Se encontraba ahí, durmiendo plácidamente. Con la boca ligeramente abierta y la respiración pausada. Suspiré con cansancio.

—Quisiera tanto poder decírtelo —susurré.

Muy en el fondo, quería que despertara y me dijera «Ey, puedes contármelo. Vamos», pero sabía que eso no sucedería. La rubia tenía el sueño pesado. Y no podía. No podía permitírmelo.

Y en serio quería hacerlo. De verdad. No me gustaba esa sensación que me llenaba el cuerpo cada vez que pensaba en eso. Quería deshacerme por completo de ella, y sabía que no podría huir por mucho tiempo de todo lo demás.

Gruñí sonoramente y me tapé la cara con ambas manos, quedando a oscuras. Las bajé con rapidez.

La oscuridad obtuvo una nueva definición para mí desde el incidente. Yo me definía de ese modo. Oscura. Vacía. Sin alma. Como si alguien me hubiera arrebatado el corazón sin yo poder impedirlo.

Mi mejor amiga de toda la vida era Paige. Y alguna vez fue Chiara, la chica simpática que usaba su patineta para ir a todos lados.

Paige me ayudaría sin yo pedírselo. De eso no me cabe ninguna duda. No se reiría o se burlaría de mí, al contrario, me entendería y me fundaría en un abrazo reconfortante.

Mis pensamientos siempre se escuchaban más alto que todo lo demás. Por ello, decidí que era hora de dormir y, como sabía que no podría hacerlo sin música, busqué mis auriculares.

Me acurruqué en la cama, cerrando los ojos. La voz de Taylor Swift inundó mis oídos. Tarareé la canción un buen rato, hasta que no supe cuando me quedé dormida.

***

No estaba siendo buena en nada últimamente.

Cuando la profesora se plantó enfrente de mí, bajé la mirada y me vi la punta de mis pies. Me estrujé los dedos en el regazo. Suspiró y aunque no quise, tuve que levantar la vista y posarla en ella. Se aclaró la garganta antes de hablar.

—No sé qué te sucede, Pressley  —empezó, con cara de hastío. Señaló el salón de baile—. Eso fue horrible. Ho-rri-ble. Un completo desastre. ¿Qué pasa contigo? Parece que estás en otro planeta. No coordinas, y luces cansada todo el tiempo. Todo el tiempo. Dime, ¿en serio crees que te estás esforzando?

Sí lo hacía. Me esforzaba muchísimo y no solo en esto, sino en lo demás también. Y nunca ha sido suficiente. No solo lucía cansada, yo estaba cansada en verdad.

Mi corazón se quebró un poco al ver la expresión reflejada en su rostro.

Otra persona decepcionada de mí en otro ámbito de mi vida.

—Pues no, no te estás esforzando para nada —respondió a su propia pregunta—. ¡Fue un completo asco! No sé qué te ocurre, pero arréglalo. Porque esto —Me recorrió el cuerpo entero con los ojos—. No me sirve.

Deseé internamente que ya terminara. Que dejara de decir esas cosas sobre mí solo porque no había hecho la coreografía exactamente como ella la quería. Me tragué el nudo en la garganta y la seguí mirando fijamente, aún sin pronunciar palabra —en el fondo, sabía que no quería que dijera nada—. Volvió a suspirar, y se alejó camino a su escritorio.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora