Capítulo 28

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Los oficiales se encontraban sentados frente a mí. Yo tamborileaba los dedos en mi rodilla. Ambos estaban observándome como si hubiera cometido el peor de los crímenes. Eran buenos en eso de hacerte sentir inferior. Uno era robusto y alto; tiene el ceño fruncido y lleva una chaqueta de cuero encima. Desde mi lugar alcanzo a ver el tatuaje que se asoma por su cuello. Casi no tiene pelo. El otro, en cambio, lleva la camisa de la estación de policía y tiene los ojos entrecerrados mientras me analiza. Su largo bigote parece tener vida propia.

—Muy bien, Pressley —habló el robusto, poniéndose de pie. De esa forma lucía mucho más amenazante. Tengo la sensación de que los interrogatorios duran mucho menos que el mío en este instante—. Dejémonos ya de tonterías. Necesitamos la verdad.

Los miré atónita desde mi asiento.

—Esa es la verdad —espeté.

Él otro suspiró, bajando la cabeza. Lucía cansado y ni siquiera sabía bien el por qué.

—No tiene caso. Lo está inventando.

Dirigí mis ojos hacia él, incrédula.

—Les estoy diciendo la verdad —repetí, mordiendo el interior de mi mejilla—. Eso fue lo que pasó...

—Yo te diré lo que en realidad sucedió —saltó el robusto, con los labios apretados y golpeando la mesa. Salté en mi lugar—. Lo qué pasó fue que tu hermana mayor se estrelló con otro auto y murió. Listo, es todo. No hay más nada qué hacer.

Un pinchazo directo a mi corazón. Vale. Igual él no tenía ningún derecho de expresarse de ese modo respecto a lo sucedido. Aún así, decidí guardar las ganas que tenía de saltarle encima y arrancarle el poco pelo que tenía. Respiré hondo para mantener la cordura.

—No, eso no fue lo que sucedió. Ya le dije que...

—Estás mintiendo. —Me interrumpió, y casi parecía estar divirtiéndose.

—Yo no...

—¿Te hace sentir mejor, no? ¿Por eso lo haces?

—¿El qué?

—Esto. —Me señaló con el dedo y soltó una risotada que me retorció las entrañas—. Esto de fingir y mentir para buscar otra respuesta al accidente. Tu hermana está muerta, Wylie. Muerta, y sigues insistiendo en que no fue casualidad, sigues pensando que...

—¡Porque es cierto! —repliqué—. Y no, no me hace sentir mejor estar aquí sentada con dos fortachones delante de mí. ¿En serio creen que esto me hace bien?

—¿Y por qué sigues insistiendo? ¿Por qué pones tanto empeño en esto, eh?

—Porque quiero saber la verdad. Estuve ahí, lo vi, yo...

Resopla con fuerza.

—¿Qué? ¿Quieres saber la verdad? Bien. —Su compañero intentó retenerlo pero él se sacudió de su agarre y se acercó más a mí. Me crucé de brazos—. Tu hermana tuvo mala suerte. El otro conductor perdió el control de su vehículo y terminó arrojándose para evitar el choque. La única afectada fue ella. Eso fue lo que sucedió.

—¿Y quién era? —pregunté.

—¿Quién era, qué?

—El otro conductor, ¿quién era?

Eso pareció detenerlo por un segundo. Se recompuso enseguida.

—No pudimos identificarlo, nosotros...

—¿Y no les parece extraño? —inquirí.

Apretó la mandíbula. Parecía que iba a abalanzarse sobre y estrangularme en cualquier momento. Mi postura no flaqueó ni un segundo.

Hablando con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora