| Capítulo 5 |

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11 de Mayo de 2022

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11 de Mayo de 2022

Los lunes eran, sin duda, el peor día de la semana, y quien me dijera lo contrario no iba a lograr hacerme cambiar de opinión. Y no me lo parecían solo por la vuelta a la rutina tras los días de desconexión, sino porque de alguna forma, los astros se alineaban y las deidades se las apañaban para joderme la mañana.

—Señorita Ahn, deje de quejarse de su compañero de una vez. No tiene usted edad para ello, y últimamente sus notas están descenciendo, así que hágame el favor de centrarse —me pidió el profesor en voz alta, frente a todos mis compañeros de clase.

Por supuesto que mis notas habían bajado. Era imposible concentrarse cuando las horas de sueño eran nulas, siendo cada noche más difícil poder dormir aunque fuera un rato. Lo máximo eran dos horas, y así no podía rendir. Aún así, me mantenía en los notables, pero era complicado y desesperante.
Un extra que no ayudaba para nada a que las cosas se volvieran tan sencillas como antes, era Jay. Y es que nunca había sido fácil sobrevivir al último año, y a ninguno en general, pero ahora extrañaba cuando mis días eran más normales, y me di cuenta de que a veces me quejaba sin un verdadero motivo.


Jay era la persona más insoportable y atractiva al mismo tiempo que había conocido en mucho tiempo.
No era difícil de tratar, sino imposible. No dejaba de hablar de cualquier cosa, de quejarse de los profesores, los deberes, los exámenes, y también de mí, por el mínimo movimiento que hiciera y que moviera un solo lápiz sobre su mesa. Pero al mismo tiempo me elogiaba y no dejaba de coquetear, lo cual me volvía loca, en el mal sentido.
Se salvaba por ser atractivo, por tener un rostro que llamaba a mirarlo y que parecía trazado por un escultor, a medida, perfecto. Si no fuera por eso, Jay estaría advertido desde el primer día.
Pero ni siquiera me escuchaba. Cuando trataba de hablarle, las palabras que salían le entraban por un oído y escapaban por el otro. Muchas veces ni contestaba, o me mandaba a callar añadiendo algún piropo para sonar amable.

Ahora la clase se acababa, y el profesor, como de costumbre, no hacía más que molestar. A veces me preguntaba qué pasaba por la cabeza de quienes querían estudiar magisterio, si a esas mismas personas sus maestros les arruinaban la vida.

El timbre sonó, indicando que el día había terminado. Jay recogió sus cosas y se fue rápidamente, aunque primero me dio un pequeño golpe en la frente cuando estaba agachada recogiendo, y se marchó riendo.

Noté pasos a mi lado y deduje que era Minhee, pero me equivocaba. Alcé la vista después de guardar todo en la mochila, y vi que era el profesor.

—Hoy le toca a Jaeyun limpiar el aula —recordó, como si me importara—, pero le vas a ayudar.
—¿Qué? —fruncí el ceño, aquel hombre me tenía manía desde hacía ya meses, pero últimamente solo había empeorado. Me veía como una irresponsable, y siempre se metía en mis charlas con Minhee donde le contaba mis recientes historias paranormales, las cuales le escandalizaban.
—Tienes que concentrarte, te estás desviando y mi misión como profesor es hacer que te enfoques en tus estudios. Si bajas tu promedio no lograrás entrar a la universidad y aún quedan los meses decisivos de curso.
—Concéntrese usted en su mujer, que me parece que se le escapa de las manos —contesté cortante, consciente de los últimos rumores que correteaban por los pasillos del instituto y la preparatoria. Su mujer le era infiel, pero también compartían un par de hijas y el divorcio era algo complicado de llevar a cabo, por eso él no actuaba.

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