| Capítulo 10 |

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26 de Mayo de 2022

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26 de Mayo de 2022

Acostada sobre mi cama y sus negras sábanas, miraba la pantalla del móvil con total desinterés. El malestar que llevaba teniendo dos días se había ido disipando ahora que era por la tarde, pero el día anterior y aquella mañana fueron horribles.

La cabeza me dolía desde que desperté, y creí posible que fuera un poco de resaca, ya que había bebido alcohol después de mucho tiempo en casa de los chicos. Sin embargo, que el dolor de cabeza y el malestar corporal continuaran significó que era algo más. Finalmente creí que estaba enferma, así que le pedí a Seongmin que le diera la noticia a Minhee y Sullyoon.

En ese momento me llegó un mensaje de Heeseung, preguntando por mi estado.

"¿Estás bien?"

Le respondí.

"Sí. Estaba con un gran dolor de cabeza y de cuerpo, pero me voy encontrando mejor. Díselo a los demás".

Si mis amigos o hermano no habían hablado con ninguno de los seis, lo cual dudaba muchísimo, entonces aquella era la primera noticia que tenían de mí.
Me hubiera gustado hablar con Sunoo o Sunghoon, al menos, pero no tenía sus números ni tampoco ganas de salir para ello.
Estaba realmente mal, aturdida y con una fuerte presión en la cabeza. Al menos hasta ese momento, que al estar en cama toda la tarde por fin fue desapareciendo.

Entonces, Heeseung me contestó.

"Me alegro. Los chicos quieren tu número, así que se lo voy a dar".

Le mandé un pulgar hacia arriba y dejé el móvil a un lado.
En ese mismo instante, sonaron varios golpes en la puerta, y antes de que contestara, esta fue abierta por Seongmin. Venía con una bandeja, y en ella un vaso de agua con una pastilla, y un bote de ramen del cual salía un poco de humo.

—Es casi de noche, así que te dejo la medicina y la cena. —me sonrió. Normalmente era menos cariñoso, y las únicas excepciones eran los momentos en los que estaba adormilado y desubicado, o cuando yo estaba enferma.
—Gracias —agradecí en tono burlesco, provocando que rodara los ojos.

—¿Te encuentras mejor?
—Sí. Mañana ya iré a la preparatoria. Díselo a mamá.
—Está trabajando, luego se lo digo... —juntó sus manos de forma tierna y se quedó mirándome—. ¿Te puedo hacer una pregunta? —dijo, y asentí mientras daba un trago al agua para tragar la pastilla—. Cuando sales por las noches... ¿vas a casa de los vecinos? A sus fiestas.

De la sorpresa, me atraganté con la pastilla y tosí. Él, alarmado, fue a ayudarme y puso las manos en mi pecho para ayudarme a sacarla, pero logré tragarla sin problemas.
Puse la mano al frente en señal de que esperara, y cuando logré recuperar la compostura, lo miré.

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