| Capítulo 11 |

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30 de Mayo de 2022

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30 de Mayo de 2022

Di un gran suspiro parándome frente a la puerta de la gran mansión previamente abandonada. No hacía tanto que Sunghoon y Sunoo me habían dicho que podía ir por las tardes, y eso haría, antes de que comenzaran otra de sus ruidosas fiestas. Eran las siete de la tarde y sabía que eso no estaba lejos de ocurrir.

Toqué al timbre, esta vez se escuchaba debido a que no había música, lo cual se me hacía extremadamente raro. Si bien no me había acostumbrado aún a esta y lo poco que me ayudaba a dormir o concentrarme, ya era algo que iba adherido a la casa, por decirlo de alguna forma.

Yo misma pude escuchar el timbre que nunca antes había funcionado debido al abandono y las condiciones pésimas de la casa. Era escalofriante, en cierta forma, y no imaginaba estar dentro y escucharlo todavía más fuerte; su sonido era agudo, repetitivo y lúgubre. Parecía la música de una película de terror de esas que tanto me gustaba ver y ahora se sentía como estar viviéndola en carne y hueso. Eso no era tan divertido.

Tan solo en unos segundos que me llevaron a analizar el sonido, ya había abierto la puerta alguien; Jay, con su actitud chulesca sobresaliendo como de costumbre y su típica vestimenta negra que consistía en vaqueros ajustados, rotos y color azabache acompañados de cazadoras y camisetas de algún grupo de rock. No cambiaba, excepto cuando se ponía el uniforme del instituto, que también desarreglaba a su manera. La corbata nunca la llevaba bien atada y la camisa siempre fuera del pantalón. La chaqueta solía colgársela del hombro o no llevarla. Todo aquello incluso cuando los profesores le rogaban una apariencia presentable, a lo que él nunca estaba dispuesto a obedecer.

—Hola, muñeca. —puso las manos a ambos lados del marco de la puerta y se quedó mirándome—. ¿Contraseña?

—Eres un idiota.

—¡Correcta! —gritó con ironía, haciéndose a un lado para dejarme pasar, actitud la cual nunca tuvo antes.
—Jay, déjala en paz —la voz de Heeseung resonó en el enorme intetior casi vacío del salón principal, el cual vi desde fuera antes de entrar.

Heeseung esbozó una sonrisa sinceta al verme y alzó los brazos para recibirme. De alguna manera, me contagió esa alegría, y fui hasta él para corresponder su pequeño abrazo.

Pero entonces escuchamos ambos una tos detrás nuestra, fingida, que nos hizo separarnos, y cuando alcé la mirada para mirar a Heeseung lo vi rodar los ojos.

—Hola —me saludó Sunghoon desde atrás—. Están los demás arriba. ¿Vamos? —me extendió la mano.

Le sonreí a Heeseung y fui hasta donde estaba Sunghoon para subir acompañada de él. Mientras íbamos hacia las escaleras kilométricas de mármol, observé el salón vacío y me di cuenta de que apenas y había algo en ese espacio. Era realmente extraño verlo así, sin luces, con sus colores habituales y sin una multitud de gente en medio bailando y apestando a alcohol.

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