| Capítulo 3 |

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7 de Mayo de 2022

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7 de Mayo de 2022

-¿Qué es esa música? -preguntó Minhee, justo cuando estaba a punto de irse de mi casa, tras haber estado toda la tarde haciendo un trabajo de economía conmigo.

Eran ya las nueve, y se marchaba a su casa cuando los vecinos empezaron a hacer de las suyas.
Cada vez empezaban sus fiestas más temprano, y las terminaban más tarde. Era insoportable, pero no encontraba el momento de decirles algo, y aún pensaba constantemente en lo sucedido hacía dos días; el tacto de las manos del tal Sunoo, tocando donde no debían, y lo peor fue que no me molestó. El idiota pareció tan amable que en mí solo hubo hueco para la confusión, y no para el enfado. Pareció lo más normal del mundo para él, y actuó con total normalidad.

-No era una broma lo de los vecinos... -suspiré, y abrí la puerta-. Anda, huye antes de que empeore.

Minhee se encogió de hombros y se marchó, no sin antes darme un minúsculo abrazo.

En ese momento, apareció Seongmin por detrás para despedirse a voces de Minhee, alegre y con un gesto de mano.

-¿Vas a hacer algo? Dijiste que ibas a hablar con sus padres. -Seongmin se cruzó de brazos, frustrado, cuando ya había cerrado la puerta.

Sabía que estaba estudiando, o intentándolo, y que los tapones para los oídos que compramos no serían suficiente para el ruido que estaban haciendo desde aquella casa.
Tenía que actuar, y no solo por eso, sino porque había muchas cosas que no me cuadraban de ahí.

-Sí, voy a hablar con ellos.

Miré hacia la puerta y la abrí, sintiendo molestia porque eso solo sirvió para que el ruido aumentara de volumen.

-Ahora vengo, espero que con algo de información o por lo menos habiendo hablado con sus padres.

Seongmin asintió. Tuve suerte de que nuestra madre no estuviera en ese preciso instante, porque si no, hubiera tenido que ir con muchos más ánimos y agresividad, completamente animada y dispuesta a hacer que pararan. Ella quería que tuviera ese espíritu, pero la situación no me animaba a ello.

Salí y cerré tras de mí. Esta vez no hacía tanto frío como la noche anterior, llevaba toda mi ropa puesta y no estaba tan oscuro aún. Pude sentir más firmeza y seguridad, y di la vuelta a la esquina tras unos cuantos pasos por la acera.
Desde que descubrí que la casa ya no estaba abandonada, no había vuelto a pasar por ahí. Incluso busqué la forma de llegar al campus sin tener que tomar ese camino, por si tenía la poca suerte de cruzarme a alguno de aquellos chicos.

Entonces vi su casa, con luces saliendo de cada ventana, como si la fiesta hubiera empezado desde su punto culminante.
De solo imaginar cómo sería a las tres de la mañana, me ponía nerviosa al saber que no iba a poder dormir.

Me acerqué hasta la puerta, que estaba cerrada, dudando con cada paso que daba atravesando el jardín de si sería buena idea entrar ahí.
Sentí una presencia a mi lado, y cuando me giré estaba el único chico con el que aún no había tenido la poca suerte de coincidir.
Parecía desubicado y curioso de qué hacía yo ahí. Sus ojos aparentaban ser los de un felino, su pelo era negro y llevaba una perforación en el medio del labio.

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