💗: veintiuno

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Yeonjun supo que podía respirar tranquilo cuando las puertas de entrada fueron azotadas con fuerza

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Yeonjun supo que podía respirar tranquilo cuando las puertas de entrada fueron azotadas con fuerza.

Masajeó el puente de su nariz, resintiendo la posible jaqueca que en los próximos minutos llegaría; su mente empezando a recordarle todas las locuras que su boca había soltado, gruñendo ante el inminente ridículo que haría.

"Mi omega"

Cerró los ojos maldiciendo cuando esas dos palabras golpearon con fuerza en su mente; no solo había mentido, sino que también había involucrado a la garrapata insoportable en todo el embrollo.

Como si ya no tuviera suficiente con verlo y soportarlo todos los días.

Su móvil sonó, y por el rabillo del ojo pudo ver que se trataba de su madre. Rodó los ojos e ignoró la llamada, imaginándose todo lo que la mujer le diría.

Después de todo, ella ya tenía preparada su boda con Lia, y ahora que Yeonjun la había mandando a aguar gatos todo el sueño se le arruinaría.

Bah, como que si le importara.

Decidió que no se encerraría en su estudio (por el momento), en lugar de eso, se sentó en uno de los grandes sofás y se puso cómodo; quizá con la mínima malicia de ver el sufrimiento de cierto rubiecito al limpiar la sucia piscina.

¿Qué podía decir? A Yeonjun realmente le entretenía escuchar aquellos agónicos lamentos, provocados de las interminables torturas que venían con los deberes.

Sí, Yeonjun era un poco dramático.

Frunció el ceño cuando al observar por el amplio ventanal no pudo ver al omega; lo buscó con la mirada y nada, inclusive tuvo el impulso de ponerse de pie para buscarle mejor, pero una interrogante que invadió de manera abrupta en su mente le hizo detenerse y arrugar el rostro en molestia.

¿Para qué quieres verlo?

—Eres un idiota —gruñó insultándose a sí mismo.

—En eso estamos de acuerdo.

El alfa dió un brinquito en su lugar apenas la voz chillona inundó el silencioso salón. Observó a su alrededor con el entrecejo fruncido, no encontrando rastro alguno del rubiecito; aunque claramente lo había escuchado hablar.

—¿Quién eres? —preguntó, sintiéndose idiota por hacer aquella cuestión.

—La voz de tu conciencia.

Yeonjun rodó los ojos.

—No es gracioso —refunfuñó.

La risa del contrario hizo eco en el lugar, provocando que cada uno de los vellos del alfa se erizaran.

—Soobin, sé que eres tú —volvió a hablar.

—Excelente, Sherlock.

El mayor bufó, no estaba para bromas.

Quiéreme Bonito | YeonbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora