Capítulo 30

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Encontrarlos

— Debemos volver - susurró la castaña.

— No es la forma July... - mientras miraba a todos lados en busca de Jay y Camila.

Leo aún no entendía lo que estaba pasando, de la nada habían desaparecido Jay y Camila frente sus ojos. Lo más raro era que había gritado sus nombres, pero ellos no le habían escuchado. Desesperado, empezó a dar vueltas en círculos para entender de lo que estaba ocurriendo, porque si era otro maldito juego, estaban acabados.

Jay era el que llevaba el armamento, y ellos absolutamente nada.

— De nada sirve quedarnos aquí sin hacer nada Leo...

— Estoy pensando July, no podemos ir sin antes armar un plan. Esta más que claro es un truco de ellos.

Suspiró pesadamente.

— Ya no aguanto más, esto es demasiado.

— ¿No me digas que te quieres rendir, July?

— No lo sé, solo quiero que mis heridas se sanen — dijo mientras miraba las cicatrices de la tortura, ni siquiera se quería imaginar los golpes que tenía debajo de esa ropa.

Unos brazos la rodearon.

— Solo aguanto un poco más, no puedes rendirte a estas alturas.

Su voz había cambiado a uno más cálido y reconfortante, aquella que aún sentía en su pecho que la conocía hace mucho tiempo. Tan solo quería salir de ese infierno para no sentirse de esa manera que la agobiaba y le asfixiaba.

Ya esas altura no sabía si iba a salir viva o no de ese lugar.

— Si no llego a sobrevivir, ¿me dirás lo que realmente ocultas? — preguntó de la nada.

A Leo le tomó de sorpresa esas palabras.

— ¿Tú lo sientes? ¿Estas sintiendo lo mismo que yo?

— Con recuerdos en mi mente que aparecen cada segundo, borrosos y sin compresión algunas, pues si.

— Es peligroso que lo diga, no puedo decirte hasta estar seguro de mis sospechas — susurró.

— ¿Tan malo es?

— Demasiado.

— ¿Qué pasa si lo recuerdo? ¿Qué pasa si esos recuerdos borrosos aparecen con más claridad?

— Ellos te harán daño — susurró — No podemos hablar de esto asi de la nada, ellos nos están vigilando.

La castaña pudo observar al frente suyo una cámara que al instante apareció una luz roja.

— Carajos — siseó.

— ¿Está prendida, verdad?

— Si.

— Entonces, el juego acaba de empezar.

— ¿Qué-

El terror detrás de las paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora