•Episode 4•

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Desperté en medio de la noche por el insistente sonido de mi teléfono. Desorientado y con el efecto vivo del alcohol en mi sistema, suspiré al ver lo molesto que es Harper al llamar a esta hora y despertarme del único momento del día en el que el dolor y la soledad no se siente lacerante.

No tomé su llamada, solo le respondí con un escueto mensaje de que me encontraba bien dormido cuando llamó y, sin darle tregua a volver a llamarme, apagué el teléfono y me levanté de la incomodidad del sofá. El dolor en mi cuello y en mi espalda es insoportable. He dormido muy mal las últimas semanas.

Me fui quitando el boxer al mismo tiempo que caminaba en dirección a mi habitación. Me adentré al cubículo de cristal, abriendo la llave del agua y dejando que esta caiga libre por todo mi cuerpo. La frialdad del agua me generó un golpe de estremecimiento, pero conforme pasaron los minutos, el agua se volvió magnífica para relajar cada uno de mis músculos y disipar la ebriedad que aún tenía presente.

Duré largos minutos bajo el agua, pensando en cuándo será el momento en el que esta situación acabe. Me siento cansado, deprimido y cada día más insoportable. Tengo clarísimo que he dejado de ser yo a raíz de la traición y la desilusión que Lili me causó con su verdad. Aún siento el aroma de su piel impregnado en la mía, cada día volviéndome más loco. Necesito dejarla ir, y por más que trato de hacerlo; porque esa parte que se negaba a acabarlo todo, ya aceptó que no soy correspondido de la misma forma, pero me resulta tan difícil cuando han sido años los que me perdí a mí mismo en su falso amor.

Salí del agua cuando todo malestar se esfumó de mi cuerpo. Ahora solo me queda la insoportable jaqueca de todos estos días en los que no he dejado de beber. Mi estómago rugió, recordándome que no le he dado otra cosa que veneno para mantenerme en pie. Reprochando mi propia estupidez, me puse una sudadera y una playera fresca y fui a la cocina a preparar algo ligero y rápido, aunque en mi paladar vino el sabor único y delicioso de aquellas empanadas que comí sin parar el día que la princesa del tío llegó al mundo.

—Te prometí ser el mejor tío y el más cool, y no he tenido ni la decencia de preguntar por ti o ir a visitarte en las últimas semanas. Espero me perdones, chiquita — susurré desanimado, abriendo el refrigerador solo darme cuenta que no hay nada que comer—. Estupendo...

Pesaba salir por algo de comer, pero me sorprendió la fuerza con la que la puerta se estrelló contra la pared. Harper se hizo visible ante mi campo de visión, luciendo molesto e incluso en pijama. En otra ocasión me hubiera burlado de él, sabiendo que nunca en su vida ha sido capaz de salir de ese modo a la calle.

—¿Qué haces aquí? Deberías estar con tu esposa y tu hija — rebusqué en el bar alguna botella, pero todo estaba vacío—. Debo salir, así que te voy a pedir el favor de que cierres la puerta con más suavidad cuando salgas de mi apartamento.

—¿Qué crees que estás haciendo con tu vida, Colin?

—Lo mismo que he hecho siempre, supongo...

—¡No te hagas el gracioso ahora! Sabes bien a lo que me refiero. Llevas un mes encerrado en este lugar, solo respondiendo a mis llamadas con simples mensajes que, lejos de darnos calma, hacen que nos preocupemos más — miró todo el desorden a su alrededor—. Llevas barba, no has organizado ni un poco este lugar, cuando eres la persona más ordenada y limpia que conozco. Mírate, te ves acabado y delgado, y no hace falta ser adivino para saber que no has estado alimentándote como se debe. Voy a volver a preguntar: ¿Qué se supone que estás haciendo con tu vida?

Bajé la cabeza una vez más frente al Harper duro y sincero que en el fondo siempre ha sido, avergonzado por lo poco que me ha dicho.

—No puedes seguir más de esta manera. Sufrir hasta morir por esa mujer no vale la pena, ¿o sí lo vale?

Colin (Bilogía King II)(En Físico)[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora