Conforme me fui deshaciendo de sus prendas, él fue quitando la poca ropa que aún traía puesta dejándome solo en medias veladas. Nuestros besos se volvieron mucho más intensos tan pronto nuestras manos hacían contacto directo en la piel. Las suyas parecen ser de fuego, porque con cada roce me tiene ardiendo en el mismísimo infierno.
Quedamos prácticamente desnudos, besándonos y acariciando todo a nuestro paso con lentitud y suavidad. A diferencia de la otra vez en el avión, ahora sí podemos perder más tiempo conociendo la piel del otro. Y eso hicimos, nos tocamos puntos sensibles, alargando el acto y el deseo de sentirnos a plenitud.
No sé por qué me gusta tanto besarlo, pero ese roce, esa conexión y esa única intimidad que transmiten los besos, lo es todo para mí. Con un beso, un salir perfecto de alientos y una suavidad innegable de labios, los besos son mucho más íntimos que el mismo sexo.
—Nunca me voy a cansar de decirte lo preciosa que eres, dulzura mía — descendió sus besos por mi cuello, haciendo un fino y húmedo recorrido por el valle de mis senos—. Y lo embriagado que me tienes que con tu sabor.
Me perdí en las miles de sensaciones que sus labios provocaron en esos puntos que tan sensibles y deseosos de atención se encontraban. Su lengua y el calor que desprende su aliento me envolvió con suma facilidad. Me dejé arrastrar por lo bien que me sabe querer, olvidando todo y solo trayendo en colación que ahora su corazón está en mis manos.
No sé imagina lo mucho que tengo para guardar en ese corazón que, aunque un poco destruido, aún tiene amor de sobra para entregar.
No hubo parte que su boca no besara. Sus labios son muy poderosos. Me ponen a temblar cada que están recorriendo mi piel con tanta suavidad, pasión y deseos que salen a flote con cada roce. No ha hecho nada más que comerme a besos y ya me tiene a punto de explotar de ansía y ganas.
Me hizo ir con él hacía el cubículo de la ducha y el agua no tardó en empaparnos. Pensaba preguntar por qué no quitó las medias veladas, pero la respuesta llegó por sí sola cuando al estar lo suficientemente húmedas, las tomara entre sus manos y las rompiera sin darme ni siquiera tiempo de aferrarme a algo. La fuerza que usó me encendió más de lo que me encontraba.
—Mojadita te ves más rica — su mano cayó en mi nalga con fuerza deliciosa y poderosa.
Esa palmada que dejó sobre una de mis mejillas redondas, me puso a palpitar el doble. Ansiaba por sentirlo muy adentro de mí. Aquella vez en el avión quedé con tremendas ganas de seguir cabalgando todo el día. Si mi jefe no le hubiera dado por necesitar de mis capacidades como su secretaria, estaría comiendo bizcocho inglés en el Poblado.
—Pero que violencia — mordí mis labios, queriendo ser acribillada de una vez por todas—. Ámame mucho más rico.
—¿Cómo? — me estampó contra el ventanal de cara y volvió a golpear mi trasero, arrancando de lo más profundo de mí un fuerte gemido—. Espero que no te moleste con mi forma de amarte.
—Faltaba más. Azotame todo lo que quieras, bizcocho.
Besó mi hombro desnudo antes de acariciar la zona rojiza de mi nalga y volver a azotar con menos fuerza, pero al estar palpitante se sintió como si me estuviera dando con odio.
Después de un corto recorrido de besos por mi espalda, volvió a degustar mis nervios, hundiendo el rostro entremedio de mis nalgas y comiendo a su gusto mi sensibilidad. Me tenía temblando, con ganas y con la mente en blanco. Mis piernas parecían una hoja de papel, creía que me caería al suelo en cualquier momento.
Quería probarlo de la misma manera, pero no me dio tiempo al conectarme casi al instante en el que me dejó ir con su boca. Su ritmo era preciso, constante y fuerte. Llegaba hasta ese punto de presión que estaba por salir expulsado y acabar con todo. Tiraba de mi cadera hacia sí mientras sus labios se encajaban a la perfección en mi cuello y me besaba sin dejar de someterme a su ritmo.
Trataba de seguir su ritmo, ondeando la cadera y curvando la espalda, pero sus golpes estaban desatados. Entraba y salía de mí con ansia y gusto, también como si hace mucho no hubiera estado con nadie y ese fuego ya no lo podía controlar. El chapoteo se volvía cada vez más intenso, más fuerte y más sonoro con cada una de sus arremetidas.
Esa fuerza que estaba usando me tenía a punto de dejarme hecha polvo. La presión se acumulaba cada segundo más en mi vientre bajo y me hacía ebullición por dentro. La piel me hormigueaba y ya no podía contener más las ganas de hacerme encima. Mordía mis labios para evitar gemir tan fuerte, pero era imposible no soltarlos con ese roce tan salvaje y maravilloso que marca Colin con w pelvis.
Salió de mí, me giró y elevó una de mis piernas alrededor de su cintura. Me conectó al mismo tiempo que robaba mis labios. Nuestros movimientos se volvieron torpes, suaves y apasionados.
Me abracé a él y me dejé llenar hasta que la presión fue liberada. Temblaba como una hoja entre sus brazos y el éxtasis se prolongaba con sus movimientos más acelerados y profundos.
—Me haces la mujer más feliz del mundo al darme tu corazón — le susurré, antes de adueñarme de sus labios y besarlo con todo el amor que sentía reventar por dentro—. Te amo y haré todo lo que esté en mi alcance para que logres amarme de la misma forma.
—No necesitas esforzarte, dulzura — me levantó del trasero y movió mi cadera por su cuenta, descansando su frente sobre la mía y gruñendo por ese roce casi superficial y profundo al salir y entrar en mí—. Sé que puedo amarte con solo la sinceridad y ese amor tan bonito que sientes por mí.
Presionó mi cadera contra su hombría y volví a gemir, sintiendo bajo la piel esos espasmos tan ricos que ese acto provocó.
—Gracias por salvarme de morir, mi amor — me besó, afianzando sus brazos alrededor de mi cuerpo y ejerciendo más presión con sus movimientos ondeados de pelvis—. Deja todo en mis manos, suficiente has hecho con esperarme y amarme durante tanto tiempo.
Todo fue perfecto en ese instante; sus palabras, sus movimientos, sus besos. El agua sobre nuestros cuerpos fue solo un estímulo que nos sirvió para que nuestros cuerpos generaran mayor fricción. Todo con él es más que perfecto.
Fue en ese último beso lleno de amor y ternura que se dejó llevar y me calentó el corazón. Soy consiente de que es la segunda vez que estamos juntos y no usamos protección, pero no puedo frenarlo cuando lo único que deseo es saberlo mío y olvidar los rastros de esa bicha mal hecha de su piel y de su alma hasta que no quede nada. Sentirlo así, piel a piel y llenándome lo siento solo mío.
Y siendo consciente de que no estamos para tener un hijo, la pastilla del día después es mi más grande aliado por el momento, por lo menos mientras saco un poco de mi tiempo para ir al médico y buscar la mejor opción de planificación.
—No me diste tiempo de salir.
Es como si hubiese leído mis pensamientos.
—No te preocupes. Mañana compraré una pastillita para que no haya nada que no queramos.
Se mantuvo en silencio, abrazado a mi cuerpo aún sosteniéndome en sus brazos. ¿Qué estará pasando por esa cabecita? Me pregunté, descansando mi mejilla sobre su hombro.
—¿Tienes hambre?
—No mucha — reí—. ¿Tú sí?
—Sí, ese postre no fue suficiente — besó mi cabeza—. ¿Quieres que te prepare algo de comer?
—Mejor cocinemos juntos. ¿No te parece?
—Me parece perfecto.
Nos duchamos entre besos y toqueteos insinuantes. Tan pronto salimos del baño, trajo ropa limpia consigo y me puso una de sus camisas. Parece que todo lo tenía muy bien pensado al traer ropa consigo.
Después de comer y hacerle un ajuste al presupuesto que Ana necesita en su escritorio a primera hora, nos recogimos en la cama y volvimos a perdernos uno en brazos del otro, explotando una pasión que parece no tener ningún fin de parte y parte. No quería que terminara la noche, pero ni la misma vida es eterna.
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Colin (Bilogía King II)(En Físico)[✓]
RomansaColin llevaba una vida plena y feliz junto a su novia Lili, pero su amor por ella se ve fracturado cuando se entera de la verdadera intención por la que ella estuvo tantos años a su lado, rompiendo así toda ilusión que guardaba en su corazón. Ha vi...