Episode 40

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Salía de mi trabajo cuando recibí una llamada de Amelia. Con este embarazo lo único que quiere hacer es comer y seguir comiendo. No me molesta cocinar para ella y mi sobrino, pero en los últimos días le he tomado asco al olor que desprenden las comidas. Cada que cocino, debo tomar aire varias veces para no vomitar.

En vista de mi falta de motivación hoy en la oficina y ese cansancio que no me permite dar un paso sin sentir dolor, mi jefe me envió a hacerme un chequeo médico. Además, estuve a poco de golpearme la cabeza ante el desmayo que sufrí. Por suerte el chupasangre de mi jefe estaba cerca y me tomó entre sus brazos antes del golpe.

—Muero de hambre y ya acabé con lo que cocinaste para mí ayer — se quejó.

—¿Dios mío, cuántos niños tienes por dentro?

—Supongo que uno.

—Pero come más que la plata al veinte — murmuré—. Hoy no podré cocinar para ti y mi sobrino, bebé.

—¿Por qué? No me digas que te vas de viaje de nuevo.

—No, ahora mismo estoy saliendo a la clínica del centro.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

—Estoy enferma.

—¿Qué tienes? ¿Estás bien?

Sentí un desbalance que me hizo recostar sobre el volante de mi auto. Los escalofríos se adueñaron por completo de mí ser, impidiendo que pudiera seguir hablando con Amelia. Creí que me volvería a desmayar, por eso traté de tomar aire y expulsarlo lentamente por la boca.

—¿Emma? ¿Estás ahí? No me asustes de esta manera. Respóndeme.

—No me siento nada bien, Mimi. Esa gripe como que me dio con todos los poderes.

—Quédate donde estás. Ya mismo te envío a Colin.

—¡No, no quiero preocuparlo! Solo esperaré unos cuantos minutos que se me pase y voy a la clínica.

—No seas terca, Emma. Si no quieres que vaya Colin, entonces iré yo, pero por nada del mundo te vas a mover de ahí y mucho menos en auto.

—Está bien, acá te espero — colgué la llamada y cerré los ojos para que ese mareo se fuera de mi ser.

No sé cuántos minutos transcurrieron después de hablar con ella. Sentí que me desconecté por un momento del mundo y solo sentí cuando Amelia llegó y me hizo subir en su auto. Me encontraba flotando, como si hubiera bebido a grandes cantidades y la borrachera fuese tremenda.

—No creo que sea una gripe, Emma.

—¿Qué otra cosa podría ser? Claro, a no ser que sea cansancio acumulado.

—Ya lo sabremos cuando lleguemos a la clínica — se oía preocupada y era lo menos que quería que sintiera.

—Ya me estoy sintiendo mejor — mentí y la escuché resoplar.

—A mí no tienes porqué mentirme, Em. Sabes bien que no eres de enfermar muy a menudo.

—Es solo una gripe y cansancio acumulado. No te preocupes porque eso le afecta a mi sobri.

—Siempre me voy a preocupar por ti, Emma.

Sentí ganas de llorar, así que solo me recosté en la silla y cerré los ojos mientras ella conducía las pocas calles hasta la clínica.

—Llegamos, Em — escuché una voz suave a lo lejos—. Despierta.

—¿A dónde llegamos? — miré con desconcierto a Amelia.

—A la clínica.

Miré por la ventanilla y asentí lentamente mientras frotaba mis ojos. ¿En qué momento me quedé dormida? Pero ese corto lapso de tiempo en el que cerré los ojos, sentí que el mareo disminuyó bastante. Me sentía cansada y con mucho sueño todavía. Ahora entiendo que lo mío es cansancio acumulado. He trabajado meses sin descanso, llevo años bajo la estricta rutina de mi jefe, supongo que mi cuerpo ya pide a gritos descansar.

Amelia bajó del auto y dio la vuelta para ayudarme. En lugar de apoyarme en ella, entrelacé nuestros brazos y le sonreí para que notara que no había necesidad de ser tan extremistas. Suficiente peso tiene con el bebé comelón para cargarme a mí también.

—Estás embarazada, así que vamos a paso lento.

—Bien, pero aquí la moribunda no soy yo — respondió no muy contenta.

—Te haré eso que tanto te gusta comer si dejas de lado tu versión mamá gruñona.

—Solo porque amo tu comida — se soltó de mi brazo antes de dar un paso hacia el interior de la clínica—. Espera un momento, dejé mi cartera en el auto.

—Ay, Amelia, Amelia — me recosté sobre el auto mientras ella sacaba su cartera.

Miré hacía el lado contrario de la carretera y vi un auto venir a toda velocidad. No sé por qué tuve el presentimiento de que venía justo donde Amelia había dejado estacionado el auto, lo que confirmé al instante cuando no hubo intención del conductor en detenerse o desviarse. En ese momento el impulso y la fuerza que tuve de proteger a Amelia fue más grande cualquier dolencia que estuviera presentando, porque ese auto venía a ella con toda la mala intención de pasarle por encima.

Me atravesé en el camino y empujé a Amelia con todas mis fuerzas, no supe si cayó al suelo o logró quedar de pie, pues ese impacto tan fuerte y violento en mi cuerpo me quemó por completo y no me permitió ver más de lo que pude del auto casi encima de ella. Solo escuché su desgarrador grito y el impacto resonar en mi cabeza.

El dolor se extendió tan rápido como la desesperación de no poder moverme. Si intentaba mover, aunque sea una mano, el dolor era insoportable. Sentía que la piel se me desgarraba poco a poco.  Percibí en mi paladar el sabor amargo y metálico de la sangre, lo que me asustó mucho más.

—¡Emma! — escuché la voz de Amelia, pero no la veía en esa oscuridad a la que me estaba sumiendo a gran velocidad—. ¡No te duermas! Ya pronto te van a atender. ¡Por favor, que alguien la ayude!

Me aferré de su mano, era lo único que podía sentir entre tanto dolor, miedo y angustia. No quería cerrar los ojos, pero por más que intentaba mantenerme despierta y luchar a pesar de que un agudo dolor oprimía mi pecho, me perdí en esos sueños que alguna vez tuve y tomaron color de la forma más hermosa, brillante y mágica que una alguna vez pude imaginar.

Porque de todo lo que había hecho en la vida, de nada me había arrepentido. Todo llegó justo en el momento correcto, enseñándome cosas que nunca tuve el tiempo de aprender por mi cuenta. Obtuve el amor y el corazón de un hombre que era una obsesión un tanto insana a juego limpio. Le brindé lo mejor de mí cada día, de esa misma forma, aunque fue poco el tiempo lo que duró, para mí fue lo suficiente. Porque él es el hombre de mi mundo entero, ese amor que se marca entre la piel y los huesos de manera sofocante y ardiente. Y de la única forma en la que lo arranquen de mi pecho y de mis  pensamientos, es cuando mi corazón deje de latir y mi cabeza deje de pensarlo cada segundo del día.

Mis padres; el poco tiempo que tuve con ellos y no hice nada para cambiar. Mi familia; que, aunque no es un vínculo tan unido, siempre estuvieron dándome buenos deseos a través de mensajes. Amelia; esa chica agradable, tierna y tímida que se ganó mi corazón y amo como si se tratara de mi alma gemela. Serena; una luz que brilló para todos y nos dio nuevo sentido en la vida. Los que ahora son como una familia y me aprecian tanto como yo, pero sobre todo, ese hombre del cual vivo enamorada y me corresponde con la misma fuerza fue en lo último que pude pensar, antes de dejarme llevar por ese agonizante dolor que me estaba arrastrando al mismísimo infierno a peso pesado y veloz. 

Colin (Bilogía King II)(En Físico)[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora