•Episode 14•

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Al llegar a casa de Amelia y Harper, aseé a Serena, la cambié de ropa y le di su biberón antes de acostarla a dormir. No tenía contemplado nada de esto, Amelia nunca lo mencionó, por lo que me resulta fascinante que esté a pocos pasos de él. Pero también estoy tan nerviosa de pasar toda una semana viviendo y compartiendo espacios con él. Verlo a cada segundo no será más que uno de mis tantos sueños. 

Ahora sí comprendo esa oración que dice: «Está tan lejos y tan cerca a la vez». Es una tortura no poder sacar mis sentimientos a flote frente al hombre con el que me he hecho un mundo en mi cabeza sin llegar a asustarlo. Así que mejor me mantengo reservada en ese aspecto, no quiero que piense que estoy tan mal de la cabeza al hacerme un mundo con él.

Nerviosa y con mil ideas en la cabeza, salí de la habitación de Serena hacía donde Colin. Lo encontré estirado a sus anchas en el sofa, ya no tenía puesto su gabán y su camisa blanca la tenía arremangada hasta los codos, dejando ver una magnífica vista de sus fuertes y anchos brazos al estar debajo de su cabeza como apoyo.

—Ya se durmió.

Me senté en el sofá soltando un suave suspiro, y si no fuese por el respaldar, me hubiera ido de culo al ver que tenía los dos primeros botones de su camisa sueltos. Con disimulo y sin que se diera cuenta, bajé la mirada a su pecho y contemplé su piel bronceada. Esa camisa se le pega a la perfección deja ver un torso bien trabajado y definido. Debe pasar mucho en el gimnasio para estar tan asquerosamente rico.

—Ve a descansar, debes estar agotada luego de tanto que has hecho — palmeó el sofá—. Yo dormiré aquí, así que puedes usar la habitación de invitados sin problemas.

—Eres un tipo grande para que duermas ahí. Amanecerás con el mico encima del hombro.

—¿Qué cosa? — me miró con confundida diversión.

—Con dolor de cuello — arreglé—. Quédate en la habitación de invitados, yo dormiré en la de Amelia y Harper para estar más al pendiente de Serena por si llega a despertar.

—No es justo que hagas el trabajo tú. Ve a dormir, esta noche yo me encargo de Serena.

Volvió la mirada al techo, entonces supe de inmediato que una bicha igualada le estaba molestando su cabecita hermosa.

—No tengo sueño — me quité los tacones y subí mis piernas cruzadas en el sofá—. ¿Te molesta si te hago compañía?

—En lo absoluto — se giró en el sofá, quedando de lado en este y de frente a mí—. Cuéntame algo más de tu vida, más de la Srta. E corazón negro y más de la Emma que hace maravillas en la cocina.

—No hay mucho que contar. Soy una simple secretaria multifuncional, buena amiga y hermana, una tía responsable y amorosa. ¿Qué más puedo decir de mí?

Su risa es muy bonita, me tiene muy enamorada.

—En cambio tú no me has hablado casi nada de ti.

—Si te cuento mi vida, ¿me harías algo de comer ahora mismo? Tengo hambre.

—Trato hecho — recogí mi cabello en un moño revuelto—, pero serás mi asistente.

—Estoy a tus órdenes...

—Chef Montenegro — completé sus palabras.

Estalló en otra carcajada, así que pude ver a detalle lo bello que es y se ve riendo por mis estupideces.

Ni en los más locos sueños hubiera imaginado que tendría la oportunidad de cocinar con él y hablar de lo dura que fue su vida antes del dinero y mucho antes de la empresa. Estoy más orgullosa de todo lo que logró junto a su familia como un solo equipo. Me contó también sobre algunas cosas de su relación con Lili, de lo mucho que se había decepcionado por lo falsa que había sido durante su relación.

Si antes no la soportaba, saber el tipo de arpía y doble cara que es, me hace odiarla mucho más. La odio por jugar con el corazón de un hombre tan bueno y sincero como Colin. Aún no comprendo qué necesidad tuvo de alimentar sus ilusiones, si bien pudo haber sido sincera desde un principio respecto a sus sentimientos por su hermano.

Sé de sobra que algo pretendía al estar con Colin y amar en secreto a Harper, o quizás quería quedarse con los dos y jugar a la casita feliz como los tres cerditos, pero en un cuento más retorcido y enfermo.

No quería que la noche se acabara nunca, pero ni siquiera tuve noción del momento en el que me quedé dormida en el sofá. Recuerdo que luché con mis propios ojos para que no se cerraran, pues quería seguir contemplando lo bello que Colin se veía al dormir. Él fue, de los dos, el primero en caer. Supongo que mis malos cuentos lo llevaron a quedarse profundamente dormido en solo cuestión de minutos.

Desperté más cansada de lo habitual, enderezando mi cuerpo tan solo un poco y porque el mico al hombro no me permitió moverme un centímetro más. Me quejé, sobando mi cuello y parte de mi hombro, pero el dolor era más insoportable cada que intentaba girar el cuello hacia un lado.

—Buenos días, Srta. E. Noto que también amaneciste con el mico en el hombro.

Quedé recta en el sofá al escuchar su voz. Mis mejillas deben estar muy rojas, ¡qué vergüenza que me vea recién despierta! Debo tener la marca de la baba aún en el cachete.

—Buenos días, bizcocho — giré con todo y cuerpo para no sentir dolor, encontrándome con un hombre recién salido de la ducha y oliendo bien rico—. ¿Y Serena?

Evité a toda costa mis impulsos de querer saltarle encima, pero el recuerdo de la pequeña me hizo levantar de un salto del sofá. No puedo creer que no haya escuchado sus llantos durante la noche.

—Está tomando una siesta luego de tomarse por completo el biberón.

—¿Se despertó en la noche? Dime que no, porque me sentiría muy culpable y la peor niñera al no escuchar sus llantos.

Soltó una risita divertida.

—Solo dos veces, pero no pasa nada mientras su tío sexi y cool esté para ella.

—Mierda...

¿Cómo no me di cuenta? Caí en volqueta, incluso pudo pasar un terremoto y seguro no me había despertado.

—Te veías tan cómoda y tierna durmiendo, así que no quise molestarte.

Okey, su comentario me puso peor que pavo real.

—Bien, iré a mi apartamento a cambiar este desastre — me puse mi abrigo y mis tacones—. La Cenicienta duró muy poco, ahora he vuelto a la realidad. Si pasa algo, llámame.

—No tengo tu número.

—Oh, cierto — tomé mi bolso,  saqué mi tarjeta de presentación y por la parte de atrás escribí mi número personal—. Llámame si ocurre algo, trataré de regresar lo más pronto posible.

—Toma tu tiempo.

Salí de la casa con la cara ardiendo y el corazón acelerado. Estaba por abrir la puerta cuando mi teléfono sonó en mi bolso.

«Si te cruzas con comida en el camino, tráeme algo. Muero de hambre, Srta. E». Seguido del mensaje puso carita sonriente y un guiño.

Me giré para verlo desde la entrada de la casa, indicado con el dedo un recibido jefe.

«Comes más que la plata al veinte, bizcocho». Le respondí en español, estallando en risas cuando empezó a preguntarme desde el interior de la casa qué significaba lo que acababa de escribirle.

Le tiré un guiño coqueto que fue devuelto por una sonrisa que hizo que los calzones se me bajaran solitos, antes de cerrar la puerra e ir a mi apartamento a cambiarme y traer todo lo que necesito para volver cuanto antes. Cada segundo que comparta con él será mi más grande y preciado tesoro.

Colin (Bilogía King II)(En Físico)[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora