TRES DÍAS Y FINALMENTE PUDE IRME. EL MÉDICO ME AUTORIZÓ PARA EL TRABAJO Y ESTABA FELIZ DE PODER LARGARME DE AQUÍ.
Esos tres días apestaron, estuve sola la mayor parte del tiempo y recibía una visita ocasional de Adam, pero él tenía mucho trabajo que hacer, por lo que apenas podía quedarse.
Mi única amiga real con la que pude hablar fue una de mis enfermeras llamada Aubra, era una mujer dulce y me cuidaba mucho. Incluso hicimos planes para almorzar juntos varias veces a la semana en la cafetería.
En cuanto a Vader. Nunca volvió. Lo llamé varias veces mi primer día despierta, pero rápidamente me di por vencida y nunca más lo intenté durante el resto de mi estadía aquí. Me dolió haber sido lo suficientemente estúpida como para creer por un segundo que él realmente podría preocuparse por mí. Pero yo solo era una empleada valiosa para él y nada más, eso lo dejó claro.
¡Y él era Darth Vader! Tenía que enamorarme de un Sith, son conocidos por no tener corazón. No hay forma de que una chica simple como yo pueda ser lo suficientemente especial como para cambiar eso.
No era realista.
Salí de la sala médica para ir a mí habitación. Me iba a sentir tan bien al finalmente acostarme en mi propia cama. Me refiero a que la cama de mi habitación no era la más cómoda pero era una maldita nube comparada con la rigidez de las médicas.
Ingresé mi código y la puerta se abrió. Lo primero que decidí hacer fue darme una ducha. Me sentía absolutamente repugnante. Me desnudé, quedé en mi ropa interior y tiré la ropa que llevaba puesta en una canasta en la esquina. —Realmente deberías revisar tu habitación cuando entres.
Salté ante la voz y me giré para ver a Vader sentado en mi silla, —¡Qué demonios!— Grité con sorpresa mientras agarraba algo del armario y trataba de cubrirme pero era demasiado pequeño y todavía estaba muy expuesta. —¡No pensé que lo necesitaba ya que tengo un cerrojo!— Grité y rápidamente traté de calmar mi tono cuando me di cuenta de con quién estaba hablando exactamente.
Vi como sus ojos trazaron mi cuerpo antes de volver a mirarme a los ojos. —Escuché que estabas fuera hoy—, se puso de pie y caminó hacia mí y todavía traté desesperadamente de ocultar mi figura, —Quería ver cómo estabas—. Ahora estaba extremadamente cerca del punto donde podía sentir el calor de su cuerpo. Retrocedí un poco, casi en mi baño, pero con cada paso que daba hacia atrás, él daba un paso adelante.
