ME ARRODILLÉ FRENTE A R2, —LO NECESITO AHIRA, AMIGO—. EXTENDÍ mi mano hacia el objeto que le encomendé que cuidara por mí. Hizo un pitido de reconocimiento mientras abría uno de sus compartimentos y sacaba el sable de luz que construí hace unos meses.
Lo colocó suavemente en mi palma y envolví mi mano enguantada alrededor de él con fuerza; Al presionar el botón para que se encendiera la cuchilla morada, el color brilló en mis ojos y se iluminó en su exterior reflectante, —El color perfecto para ti—. El Maestro Yoda habló desde mi lado; haciéndome sonreír con un leve asentimiento.
—Bueno, yo soy el equilibrio, ¿no?— Anakin Skywalker y Darth Vader, un equilibrio perfecto de los dos. Me enderecé mientras retraía la hoja y le di unas palmaditas suaves a R2 por última vez antes de tener que ir a buscar a mi esposa. Rodó hacia delante y pitó tristemente; haciéndome suspirar, —No, te quedarás aquí con todos los demás, no puedes dejar BB-4—, le informé y él trató de protestar, pero negué con la cabeza, —No es tu momento. Voy solo.
—Contigo yo voy—. Yoda golpeó con su bastón el suelo de hierba de forma agresiva. Le dije que también se quedaría con Piett y Ellie en la cabaña; él no tomó muy amablemente eso. Pero no fue porque pensara que era débil y necesitaba protección, sé que es más que capaz de manejarse solo. Pero quería que alguien cuidara de Ellie y Piett mientras yo no estaba, incluso si estaba un poco enfadado; Todavía me preocupaba por ellos. Y quién sabe si Sidious había ordenado a sus cazarrecompensas que los persiguieran también ahora que tiene a Aspen, solo para fastidiarme. Es por eso que no vi ningún sentido en que salieran de la cabaña, estos cazadores están a la vuelta de cada esquina, estarán a salvo aquí bajo la protección de Yoda.
Rodé los ojos con un profundo suspiro, —Ya te dije que te necesito aquí, viejo, así que por favor no discutas más—. Gemí mientras me frotaba las sienes con pura molestia, me había puesto nervioso desde Dagobah. Ahora recuerdo por qué incluso en la orden siempre quise patear su bastón, se queja demasiado. Pienso en él como una mascota molesta, te preocupas por ellos y te gusta tenerlos cerca, pero a veces solo quieres abofetearlos cuando no se callan o escuchan, —Necesito que mantengas a mis imbéciles a salvo.
—¡Dijimos que lo sentimos!— Piett gritó a unos metros de mí y levanté el dedo medio en respuesta con una mirada irritada. Resopló ante mi gesto y se cruzó de brazos en un puchero. Sé que se sienten mal, y yo no estoy tan enfadado como debería, pero parte de la culpa la tienen ellos; ella estaba bajo su vigilancia después de todo y la perdieron...
