—NOAH, NO, NO COMAS ESO—. ME APRESURÉ Y AGARRÉ LA PIEDRA DE la manita de mi hijo de nueve meses antes de que él se la metiera en la boca. Sus ojos azul cristalino me miraron con curiosidad, pero también con una pizca de confusión por haberle quitado su 'juguete'. Suspiré con una risita mientras lo levantaba del suelo de hierba. Me senté en la mesa de picnic que estaba frente a la cabaña y lo puse suavemente sobre mi rodilla donde la moví ligeramente para que se riera, —Toma—. Le entregué el conejito de peluche que estaba encima de la mesa y lo agarró con entusiasmo; inmediatamente llevándose las orejas a la boca y tirando de la tela.
Negué con la cabeza con un suspiro ante sus acciones, vamos a tener que conseguirle otro pronto, sigue destrozándolos; es el Vader en él.
Desde que nació este pequeño, nunca puedo tener suficiente de él, lo quiero más de lo que las palabras podrían explicar. La mejor parte de mis noches, además de los obvios eventos espectaculares que suceden con mi esposa, es tenerlo en mis brazos y cantarle hasta que se duerma. Cada vez que lo abrazo, me siento como una persona completa. Él y su madre son los amores de mi vida, son todo lo que necesito en esta galaxia para ser feliz.
Supongo que Piett y Ellie también, pero sobre todo mi esposa y mi hijo.
Y los droides que me ponen nervioso al menos dos veces al día.
—Es tan bonito.— El fantasma de Obi-Wan habló desde el otro lado de la mesa.
Lo miré con una sonrisa arrogante, —Por supuesto que lo es, se parece a mí.
—Eres tan engreído—. Ahsoka se rió entre dientes a su lado, sus ojos también estaban pegados al bebé en mis brazos. La forma en que ambos lo miraban me puso triste y feliz al mismo tiempo. Feliz de poder ver el amor en sus ojos cuando lo miran, pero triste porque nunca tendrán la oportunidad de abrazarlo, —Pero estoy feliz por ti, Skyguy, si alguien merece esto, eres tú—. Sus ojos se encontraron con los míos y me dio una cálida sonrisa.
—Gracias, Snips—, le devolví la sonrisa. Escuché el sonido de algo roto y miré hacia abajo para ver que mi bebé logró quitarle las orejas al pobre conejito de peluche, —¿De verdad, Noah?— Suspiré divertido mientras tomaba el juguete de sus manos y lo colocaba sobre la mesa fuera de su alcance. Lo último que necesito es que se ahogue con el algodón que se estaba cayendo.
—Sin embargo, es posible que necesitemos monitorearlo—. Obi-Wan se rió entre dientes cuando el bebé comenzó a gemir por querer de vuelta su juguete.
