LENTAMENTE ABRÍ MIS OJOS, SOLO PARA CERRARLOS instantáneamente cuando la brillante luz blanca quemó mis iris.
—¿Qué diablos pasó?— Gemí mientras llevaba mi mano a mi cabeza que estaba palpitando. Un tipo de dolor de cabeza que se sentía demasiado familiar. Fue entonces cuando me golpeó. Me levanté de la cama en la que estaba cuando los eventos que ocurrieron regresaron y el primer pensamiento en mi cabeza fue mi esposa, —¡Aspen!— La llamé por su nombre mientras mis ojos revoloteaban por la habitación en pánico; era de un blanco puro, casi como una habitación de hospital, había una puerta de metal frente a mí que parecía que solo se abría por fuera, y al lado había un vidrio grueso que me separaba de la figura del otro lado, —Obi-Wan.— Gruñí mientras me levantaba de la cama y fue entonces cuando sentí el gran peso en mi cuello.
No, no esto de nuevo.
Agarré el collar de sujeción e instantáneamente sentí pavor. Estaba impotente y encerrado dentro de una habitación, otra vez. Por su culpa. Volví a mirarlo. Él me miraba con ojos tristes y yo lo miraba con ojos de odio, —Otra vez; ¿En serio?— Di un paso adelante hasta que estuve frente a él y golpeé bruscamente el vidrio, ni siquiera se inmutó.
Suspiró, —Lo siento, Anakin, pero-
—Cierra la puta boca—, lo interrumpí, no quería escuchar su lamentable excusa de disculpa, —¿Dónde está Aspen?— cuestioné con veneno en mi tono mientras golpeaba contra el vidrio de nuevo, —Si le has hecho algo, te juro por los dioses que-
—Ella está bien.— Me interrumpió antes de que pudiera terminar mi amenaza, —Está con el Maestro Yoda y mientras podamos permanecer civilizados, ella seguirá estando bien.
Le entrecerré los ojos, —¿Civilizado?— Resoplé con incredulidad mientras señalaba mi collar de restricción de fuerza, —¿Llamas a esto, civilizado?
Levantó la llave, —Voy a entrar y sacarlo.
Retrocedí un poco y lo miré con curiosidad, —Y quién puede decir que no te mataré en el segundo que lo hagas.
Volvió a suspirar mientras apartaba la mirada de mí y se frotaba la sien, —Porque si lo haces—, volvió a mirarme mientras dejaba caer la mano, —Nunca la volverás a ver.
La rabia en mí se acumuló y golpeé el vidrio con mi brazo de metal, —¿No te advertí ese día en Alderaan que nunca más te acercaras a ella? ¿Tienes un deseo de muerte o algo así?— Lo miré con enfado, ¿cómo se atrevía a venir y arruinar el mejor día de mi vida? ¿Y cómo se atreve a usar a mi esposa en mi contra?
