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mirrorball – taylor swift

Aquella noche, Hazel se vio envuelta en un espiral de pesadillas que hicieron que se despertara a las tres de la mañana, el corazón latiendo con fuerza contra el pecho y un sudor frío recorriéndole la columna vertebral.

En sus pesadillas, no había monstruos ni villanos. No se olvidaba los zapatos en casa ni la perseguían por un callejón por salida, no le faltaba ningún diente y no tenía ninguna especie de accidente.

En sus pesadillas, había exámenes suspendidos, calles congeladas y resbaladizas, el repiqueteo de los tacones de su madre contra el suelo. En sus pesadillas, había cartas de presentación para las universidades más importantes del país, una espiral de todos los caminos que no quería tomar.

Aquella noche, soñó con el artículo que tenía que escribir para acceder a la Joseph Pulitzer Journalism School. Soñó con una tormenta de nieve, chicas con la mirada de hielo y posibilidades que ni siquiera se le habían pasado por la cabeza hasta el momento. Soñó con una carta de rechazo, todos los sueños de su adolescencia siendo destrozados con cuatro simples palabras:

NO HA SIDO ADMITIDA

Cuando todo hubo pasado —el sudor, el corazón desbocado dentro de su pecho, la mano invisible que le apretaba la garganta—, suspiró e intentó desenredarse de las sábanas. La casa estaba sumida en el silencio de la madrugada, los latidos de su corazón aun retumbando contra sus oídos.

Se dirigió hacia el tocador que tenía en la habitación y arrancó las dos banderitas de Yale que su madre había colocado en una de las esquinas de su espejo. No le gustó nada lo que vio en el reflejo, el fantasma de la chica que podría haber sido empezando a desvanecerse frente a sus ojos.

Lo había intentado ignorar, la sensación latente de que algo no andaba bien. Toda una vida corriendo tras la perfección la había llevado hasta allí, todo ese tiempo malgastado en algo tan abstracto que jamás llegaría a alcanzar. Cogió una de las libretas que se apilaban a su lado y, con las manos temblorosas bajo la tenue luz que emanaba la lamparita sobre el escritorio, escribió:

Hazel Marie Green

El misterio de Starkville, Colorado y su eterno invierno

Tachó todo lo que había escrito y arrugó el papel en un puño, su mano libre cubriendo su frente, el nudo que rodeaba sus pulmones apretándose cada vez con más fuerza.

Era demasiado tarde.

Tenía que hacerlo.

No podía seguir así.

Tenía que escribir aquel artículo para escapar del futuro que su madre quería para ella.

Ni siquiera sabía cómo lo haría.

No importaba el precio, debía conseguirlo.

No importaba el precio, debía conseguirlo

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Todos los días de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora