6.

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oh no! – marina

Hazel no pudo evitar a Annie durante mucho tiempo. Especialmente, porque uno de sus grupos de K-Pop favoritos había sacado un nuevo videoclip y tenía que enseñárselo urgentemente a la hora de comer en la cafetería.

—Si no fueras mi mejor amiga, ya lo habría visto en clase. De verdad. Casi pido permiso para ir al baño y verlo allí, pero soy leal —hizo una pausa, sus pendientes con forma de trozo de pizza agitándose cuando meneó la cabeza—. No puedo más, Haze. Me da igual que se enfríe la comida, tenemos que verlo.

No había vuelto a mencionar a Theo. Hazel tampoco lo había hecho, fingiendo que el pelirrojo con el que tantas tardes había compartido no había vuelto al instituto después de tanto tiempo. Empezó a buscarle por la cafetería mientras Annie se peleaba con la conexión de wi-fi del instituto, pero no lo encontró.

Sus ojos se cruzaron con los de Rose Wang-Clarke durante una fracción de segundo. La hermana de su mejor amiga hizo un amago de sonrisa, pero apartó la mirada rápidamente. ¿Por qué iba a prestarle atención a Hazel, de todas formas? Brent, Peter, Amelia y Ruby eran mucho más interesantes. Por lo menos, eso era lo que todo el mundo pensaba. Hazel estaba segura de que, si fueran ellos lo que escribieran The Raven's Secret, la gente sí que le prestaría atención a su periódico.

O si Hazel escribiera sobre sus vidas, claro. La verdad, había mucho sobre lo que hablar.

Siguió la mirada Rose Wang-Clarke, que divagaba por la cafetería aburrida mientras su novio y Peter McLaren hablaban con demasiada emoción sobre algo. Brent nunca apartaba el brazo de los hombros de Rose, su cabello dorado como enredaderas que nunca escaparían de la extremidad del chico.

Tenía sentido, después de todo.

Brent había ganado muchos premios, pero ella era su trofeo más preciado.

La chica estaba intentando distraerse del hecho de que el imbécil de Peter McLaren acababa de lanzar una lata por los aires para hacerse el gracioso. Sus ojos azules se detuvieron sobre un punto fijo, y Hazel intentó leer la expresión en su rostro hasta que vio quién había llamado su atención.

La princesa de hielo.

Para la castaña, aquello tuvo todo el sentido del mundo. La chica más popular del curso —¿había alguien que utilizara aquella palabra más allá de las series malas de adolescentes, de todas formas?— tenía los ojos puestos sobre la chica nueva, la persona que había estado llamando la atención de todos desde el momento en el que había pisado aquel lugar.

Hazel sintió que algo le removía por dentro al recordar que tenía que hablar con ella.

Vio que, por primera vez desde que llegó al instituto, tenía compañía en la cafetería. Era aquel chico tan alto con el que había compartido un par de asignaturas, el de los rizos y los chistes malos. Ni siquiera recordaba su nombre, pero no importaba. Todos le llamaban Bones, de todas formas.

Afortunada o desgraciadamente, no le llamaban así por la serie policiaca. El chico desgarbado de los rizos había robado el esqueleto que se encontraba comiendo polvo en el laboratorio de Biología, grabando un montón de vídeos con él que se hicieron virales en Internet.

El chico se convirtió en toda una estrella —un one-hit wonder, una cuenta con más de cuarenta mil seguidores que terminó desapareciendo— antes de que cerrara Vine. Fue solo un vídeo de seis segundos en el que aparecía con el esqueleto, unas gafas de sol pegadas con celo a ambos extremos del cráneo, una pajarita negra bajo la mandíbula. Con una voz grave que intentaba imitar la del actor de la película, el chico movía la mandíbula del esqueleto y decía:

Todos los días de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora