OCTUBRE
comethru – jeremy zucker (with bea miller)
Pasaron unos días desde la conversación sobre Olaf en la habitación de Annie. Después de aquello, los días volvieron a convertirse en aquella rutina que acabaría por sofocar a Hazel del todo: estudiar, estudiar y estudiar, siempre bajo la mirada atenta de su madre.
Si se atrevía a relajarse un poquito, su sombra se aseguraba de recordarle todo lo que estaba en juego. Su vida, su futuro. Su valía como persona.
Era tan agotador...
Por eso se sintió tan liberada cuando llegó el primer día de las colonias.
Los alumnos de último curso de Starkville High pasarían tres días y dos noches en Aspen, la tierra de los álamos, donde la nieve aún no había llegado y las diferentes tonalidades de naranja del otoño decoraban todo a su paso.
Justo antes de salir por la puerta —aquel día, su padre le llevaría en coche hasta el instituto, donde cogerían el autocar—, Hazel recibió un mensaje de Annie.
La castaña resopló. Adoraba a Annie, pero a veces era tan increíblemente inconsciente de todo lo que pasaba a su alrededor...
¿Qué iba a hacer, de todas formas? ¿Hacerse la víctima y recordarle que no tenía más amigos aparte de ella y que tendría que pasar aquel viaje en autocar de hora y media completamente sola?
—Hoy estás de morros —le dijo su padre, las manos sobre el volante. Llevaba puestas esas gafas de pasta que había comprado hacía unos cinco años, justo cuando le entró en la cabeza que quería hacerse el profesor «joven», guay e innovador—. ¿No estás contenta? Serás la primera privilegiada de la familia en escapar de todo este frío.
Hazel se encogió de hombros, la mirada clavada en la ventanilla. Veía a todas aquellas personas envueltas en anoraks enormes, bufandas que les cubrían hasta la nariz y botas que hacían que la nieve crujiera bajo sus pies.
¿Es que nadie se daba cuenta de que estaba pasando algo? ¿Es que a nadie le importaba en absoluto?
—Venga, va. Anímate, ardillita —insistió el hombre—. Cuando llegues, quizás te haga una tarta de zanahoria.
La chica se esforzó por sonreír, dándole un beso en la mejilla antes de bajar del coche. Mientras cerraba la puerta del vehículo, escuchó a Lucas exclamar un: «Oye, ¿y a mí qué? Yo también quiero una tarta».
Caminó hacia el autocar que estaba aparcado frente a la puerta del instituto, incapaz de dejar de preguntarse por qué su padre sí y su madre no.
Era una tontería, pero sentía como si el universo le hubiera arrebatado algo muy importante, un tipo de amor que ni siquiera sabía cómo debía sentirse. Fantaseó con la idea de tener otra madre..., alguien más cálido, quizás. Alguien que la llevara de compras y le achuchara las mejillas, alguien que oliera a comida recién hecha y especias.
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Todos los días de invierno
Teen FictionLa vida de Hazel Green siempre se ha guiado por la misma constante: tiene que ser la mejor en todo. Hasta su último año de secundaria, ha estado cumpliendo con el manto de expectativas que su madre ha puesto sobre ella. «Ve a clase. Sé la mejor de t...